En cualquier contexto, mucho más en medio de las diversas circunstancias derivadas de la puesta en marcha de la Tarea Ordenamiento, es lamentable comprobar cómo el llamado al ahorro parece no llegar a todos los oídos por igual.

En específico, me refiero al cotidiano despilfarro de electricidad en algunas calles de la ciudad, donde las luces del alumbrado público no se apagan, aun en horas en que el Sol radiante cumple a cabalidad su función de lámpara suprema.

El triste espectáculo de semejante derroche es posible observarlo en más de un municipio. En Fontanar, Boyeros, por poner un ejemplo, no son pocos los bombillos que permanecen encendidos las 24 horas de cada día, cada semana, cada mes… Lo mismo se puede ver en Playa, allá por los alrededores de la intercepción de las calles 80 y 17.

Vecinos de más de una zona de Plaza de la Revolución, Cerro, Centro Habana… también pueden atestiguar la existencia de esta “modalidad” de gasto innecesario, del cual una simple operación matemática pudiera ofrecer una idea de cuánto significa para una economía que pretende y necesita recuperarse con urgencia.

Ahora que los trabajadores tributamos un mayor aporte al presupuesto del Estado, una nueva razón nos obligar a velar porque estos agujeros —por donde se va mucho dinero y esfuerzo— dejen de existir.

Para beneficio de todos, tal desperdicio debe cesar. Su solución debe llegar cuanto antes. Una respuesta inmediata apremia, incluso, antes de complacer la curiosidad o el morbo por confirmar al detalle quién concretamente paga o apaga el alumbrado público.

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