Foto: Oilda Mon

Generalmente un buen lector tiene uno o varios libros de cabecera. En mi caso tengo poemas de Mario Benedetti y Carilda Oliver. Colecciono, además, textos y hojas de revistas, con las más variadas recetas de cocina. Pero les confieso que hace varios días revisé minuciosamente buscando recetas con hojas de remolachas y no las encontré.

Insisto en las hojas de remolacha porque una libra de esa hortaliza cuesta (con hojas) diez pesos. Usted la adquiere y el vendedor, una vez pesada la mercancía, muy solícito dice: “¿Puedo cortar las hojas…?, así aligera la jaba”. Le respondo: “Por favor, péselas” y descubro que he pagado cuatro pesos por algo que no voy a consumir. Nadie entiende ese método de venta con hojas.

Igual sucede con las zanahorias, por lo menos quienes crían conejos tienen alimentos para ellos.

En el caso de las cebollas tiene una explicación. Si le cortaran los tallos, el bulbo se pudre, pero hay más a favor del comprador. Usted corta las hojas a unos centímetros de la cebolla, esta se seca sin problemas y el cocinero aprovecha el resto como condimento.

Y si de ajos se trata sucede lo mismo, mientras el bulbo está verde se alimenta del tallo, pero cuando adquirimos una libra de ajos con restos de paja, por lo menos hay más cabezas de ajos que remolachas en la misma cantidad.

No podemos olvidar las acelgas. Un mazo valía cinco pesos, ahora diez pesos la libra. Pero el buen productor las deja crecer en demasía, lo que le conviene a su bolsillo, pero quienes la adquirimos llevamos más tallos y por lo general cuando la hoja crece mucho pierde su suave textura y a veces amarga.

Por ahora solo pido una receta con hojas de remolachas.

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