Hoy voy a descompletar mi juego de cubiertos, ese que celebran las visitas, ese que guardo como un valor sentimental. Fue un regalo. No es de plata pero me gusta verlo en la mesa acompañando un buen mantel y una comida suculenta. Desde hoy tendrá menos piezas porque pasarán a otras personas que sin conocer sus rostros están alojadas en mi corazón.
Miro toda la casa y decidí desprenderme de otras cosas, esas que compramos para tener una vida cómoda pero hay que abandonar ese apego, y dar a quienes hace unos días la naturaleza les jugó una mala pasada y se lo llevó todo en un torbellino que duró unos minutos. No es la primera vez que este pueblo mira sus escaparates, sus baterías de cocina y los deja con menos piezas.
Eran las 8:45 del domingo 27 y recuerdo la hora porque esperaba un programa del canal Multivisión. La luz pestañeó, apagué los equipos eléctricos y salí al patio. Había un ruido más fuerte que el que normalmente tiene el mar cuando hay mal tiempo. Dije en voz alta: el mar está bravísimo y salí al balcón delantero pues pensé que podía ser un camión de esos que hacen mucho ruido y al no ver nada pensé: el mar está tan bravo que se escucha por el frente. Le comenté a mi esposo ¿será un tsunami? Él respondió, si es, ni corras porque ya está aquí.
Casi no dormí porque creía que perdería la puerta del patio, por el viento. Me armé de valor porque soy llorona y visité Guanabacoa, parte de
Regla y Luyanó. No hablé con nadie, me sentí apretado el pecho. En casa, como otras veces decidí desprenderme de algo con valor de uso.
Una sábana, una funda, un abrigo, una cazuela, un plato, los cubiertos. Si todos donamos algo esas personas que hoy tienen segura la alimentación y la salud, tal vez no armarán sus vidas como antes del torbellino, pero se sentirán menos solas.
Hacia unos minutos había llegado de Varadero, me estaba secando el pelo mientras veia el noticiero, más por verlo que por oirlo proque el ruido de la secadora no me dejaba escuchar nada, entonces empecé a escuchar un ruido muy fuerte que se oia por encima de todo lo demás, le pregunto a mi hija y me dice, "... mamá no se lo que es pero viene del cielo..." yo no le hice caso pensando igual que tu en un camión de los que hacen mucho ruido y que se sentía cada vez más cerca. Antes de que pudiera asomarme al balcón empezaron a parpadear las luces y se armó una locura en la casa para desconectar todos los equipos, en ese momento se fue la luz comenzó a llover y el viento a soplar con una furia digna de un ciclon de los más bravos. Solo a la mañana siguiente al sintonizar la revista de la mañana por el movil es que pudimos enterarnos de la gravedad de los hechos. Ese mismo día en la tarde tuvimos el servicio electrico y `pude comenzar a ver los destrozos en mi ciudad, cuanta tristeza, que lamentable todo, llame a una amiga que vive en Santo Suarez (psicologa) y me dijo con una voz muy desanimada "... es como si hubiera pasado una guerra..." Entonces aproveché y me puse a revisar los closets y gavetas junto a mis hijos y solo cuando terminé pude darme cuenta de cuanto pude separar para todas esas personas que lo han perdido todo. Mi hijo en la bondad de la primera juventud aportó además una caja que guardaba con mucho celo con sus juguetes más preciados que increiblemente fueron sobrevivientes a una infancia llena de juegos. Luego me decía mamá no hay más nada que mandarles? Llevamos las donaciones al gobierno de nuestro municipio y luego mis propios hijos fueron con los compañeros a entregarlas en Regla y Guanabacoa, regresaron con el corazón apretado de todo lo que vieron pero alegres de haber podido constribuir con nuestros coterraneos que necesitan tanto apoyo en estos momentos. Por eso no me arrepiento como tu de haberme desprendido de algo a lo que le tenia apego, pero son momentos en los que hay que acercarnos y apoyarnos cada vez más, para eso somos habaneros y mas que eso cubanos que ya es una enorme condición y un orgullo inmenso proque siempre estamos para los demás no dando lo que sobra si no compartiendo lo que tenemos.