Nunca supe si era buena o mala persona, solo que le decían “la maestra” y que regresaba cada tarde, silenciosa, en medio de los saludos discretos a sus vecinos, cruzaba frente a nuestro apartamento y desaparecía detrás de la puerta contigua hasta el siguiente día que volvía, a punto de caer la luz de la tarde, con la mirada taciturna en sus ojos de almendra.
Durante un tiempo no pude verla. Las fiebres habían minado mi cuerpo y solo después que cedieron volví a mirar el camino serpenteante hecho con cemento, en diferentes colores, y que sobresalía en medio del césped recién cortado, con sus bancos y farolas.
Fue entonces que reparé, casi por azar, en el pentágono gris que estaba precedido por un trapecio isósceles de color verde olivo, como supe después que se llamaban aquellas figuras geométricas.
Me gustaba dibujar sobre el azul oscuro que colindaba con otro celeste, turquesa, después del violeta y antes del naranja que bordeaba el amarillo, mucho más próximo al rojo, seguido del blanco, justo frente al apartamento de la maestra.
Debí conformarme, tendido sobre el suelo, con delinear sobre una hoja de papel, el arcoíris-camino de hormigón, repleto de mis amigos jugando a la pelota, empinando papalotes y chiringas, mientras las niñas exhibían sus muñecas sobre los bancos.
Por supuesto, el parque a esa hora estaba vacío y quizás… fue la primera vez que escuché la voz de la maestra. Sus manos tocaron mi frente y preguntó a mi madre algo. Puso en las mías una caja de colores, 12 lápices que fueron gastados, en cada dibujo, excepto uno: el gris.
Entonces, esperé por ella. Decidí mostrarle que había consumido su regalo y le enseñé el único que permanecía intacto. Aprendí de la maestra que, en el compendio relacionado con la psicología de los colores, el gris, no es un matiz, sino la transición entre el blanco y el negro y el producto de la mezcla
de ambos. Simboliza neutralidad, sugiere tristeza y es una fusión de alegrías y penas, del bien y del mal.
Al ver mi asombro, sonrió y me mostró que también podía utilizarlo para dibujar algunos tonos del ocaso, por ejemplo, aunque tampoco sabía que le llamaban así a la puesta del sol... Nunca más la vi, pero sé que su rostro es perceptible entre quienes ejercen esa hermosa profesión denominada magisterio.
Ver además:
Hermoso, simplemente genial !¡!¡
Bello homenaje a todas las personas que ejercen esta importante profesión en especial a las mujeres que son mayoría del sector de educación. Slds!
A ver si con este artículo se dan cuenta del valor que tiene la acumulación de experiencia profesional y de vida en el magisterio y rectifican la incomprensible explicación dada por la ministra de trabajo para justificar la eliminación del pago de los años de experiencia y la antigüedad en el caso de los docentes de todos los niveles de enseñanza.