La madrugada del 7 de diciembre de 1996 -centenario de la caída en combate del Mayor General Antonio Maceo y Grajales y su ayudante el Capitán Francisco Gómez Toro-, el General de Ejército Raúl Castro Ruz se detuvo frente al brocal donde fueron lavados los cuerpos de Maceo y Francisco, después del heroico rescate realizado por el Coronel Juan Delgado, en la terrible escaramuza de la finca San Pedro, Bauta, actual provincia de Artemisa.

Aquella madrugada, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, compañado de numerosos compañeros y cadetes de la Escuela Interarmas Mayor General Antonio Maceo, Orden Antonio Maceo-, permaneció meditativo.

En su rostro se reflejaba el momento vivido cien años atrás cuando un pequeño grupo de valerosos hombres, bajo la dirección del Coronel Juan Delgado (Bejucal), hicieron un pacto secreto para dar sepultura al Mayor General Antonio Maceo y Grajales, el Titán de Bronce, y a su ayudante el Capitán Francisco Gómez Toro, el hijo del Generalísimo Máximo Gómez Báez, en la finca El Cacahual.

Media hora antes, de iniciar el recorrido, caminando, desde la finca San Pedro –donde ocurrió el fatídico combate- Raúl expresó: “No esperen que yo vaya a dar un discurso aquí” (aunque así estaba programado), dijo, “Nos vamos a donde está Fidel.” En el Cacahual, esperaba el líder histórico de la Revolución cubana, el Comandante en Jefe.

Aún las primeras luces del amanecer no lograban dibujar los contornos de los árboles que crecen sobre la tierra que guarda, en silencio, la evocación del mortal encuentro donde perdieron la vida dos de los más grandes hijos de Cuba. Caminábamos el mismo trayecto de quienes realizaron el histórico pacto secreto antes del encuentro con Fidel.

En la noche, durante un programa especial de la Televisión Cubana, el Historiador de la Ciudad, Doctor Eusebio Leal Spengler, relataba -visiblemente conmovido- uno de los momentos en que Maceo fue herido (26 heridas de bala en combates) de cuatro disparos producidos por un arma de alto calibre en el pecho, en la caja toráxica.

Decía que, el fabricante del arma aseguraba un solo disparo (en esa parte del cuerpo) para producir la muerte instantánea. Argumentaba que, el médico personal de Maceo, dijo: “¿Para qué me lo traen?” Y Maceo sobrevivió, una vez más, en medio de condiciones extremas de la guerra en la manigua, cercados por un poderoso ejército. Hizo referencia a María, la esposa, que manifestó la condición de “hacer todo por el General…”

Tenía, explicaba el historiador, solo 33 años cuando el General Antonio Maceo se reunió en Baraguá, con el General del Ejército Español, Arsenio Martínez Campos y este, sorprendido, expresó: “…no sabía que era usted tan joven.”

En el acto solemne de homenaje a los natalicios de Maceo y Che, en El Cacahual, el 15 de junio de 2002, Fidel sentenció:

“General Antonio Maceo, los cubanos de hoy, educados en tu inmortal ejemplo, habrían compartido contigo el honor de estar junto a ti el día glorioso que le respondiste al representante del poder colonial español: No queremos paz sin independencia”.