Foto: Tomada del perfil de Facebook de EPIA La Habana

Ante la desidia de los precios en todos los productos de mayor demanda en los renglones agrícolas, hay por lo menos acá en el Reparto Alamar, de La Habana del Este, en los últimas semanas, una tendencia a la baja en el precio de la libra de tomates, cebollas y coles que expenden algunos carretilleros y mercados particulares.

Al preguntar por qué a 20 CUP la libra de tomates (de primera), la respuesta fue: “Si alguien llega con este precio no venderé… Hay que alinearse para no perder”. Igual sucede con las cebollas blancas -a 180 la libra-; aunque algunos mercados persisten en mantener la oferta en 220 y las coles de cualquier tamaño a 150 y otros no la bajan de 300. Mientras, en otros renglones, llama la atención que: si fueron topados los precios como el pollo, aceite, leche -solo por recordar algunos- cada quien señala el coste que le conviene; pero nadie le pone freno a esta violación flagrante de lo regulado y la mayoría de los expendedores no muestra una pizarra en la cual podamos ver el precio de sus ofertas.

Dejo para último (en esta referencia de los precios volados) uno de los alimentos más cotizados por la población: el pan normado. Hace algún tiempo –por razones que fueron, previamente, informadas- le bajaron el gramaje hasta nuevo aviso. No obstante, cada día es más difícil determinar si usted adquiere el gramaje que le prometieron.

Y como de precios y negocios estoy escribiendo opino que el negocio redondo es la producción y venta de pan bajo el Pi constante (“esclarecimiento”) de que la harina subió de precio con los consiguientes insumos que lleva un buen pan. Reflexiono: en Alamar puede escoger de acuerdo a su bolsillo el pan que llevará a su mesa. A cualquier hora hay vendedores ambulantes con bolsas con panes de los tamaños más diminutos (evidentemente elaborados en panaderías estatales, con insumos…); pero con los precios más volátiles; incluso, hasta panaderías especializadas con diversidad de productos de una calidad suprema, aderezados con precios altísimos y que yo sepa nadie ha osado revisar y poner tope. Y, este nadie, me recuerda el pasaje donde Odiseo engaña al gigante Polifemo, cuando este le pide conocer su nombre después de que el guerrero de Ítaca, lo dejara ciego.

Lo cierto, es que hay un precio para el pan cuando amaneces y una semana después otro; pero no a la baja, más bien aerostático y siempre justificados con argumentos insostenibles por los vendedores. Los más “inteligentes” –digamos- venden en bolsas o sueltos (manipulación sin protección y transporte en cualquier medio) para llevar sus vendutas más cerca de los clientes: sin opción para decidir si comprar o dejar. Aunque vivo en la ciudad busco opciones alternativas y, de vez en cuando, recuerdo mi origen campesino y desayuno yucas fritas.

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