La mayoría de los comentarios que se publican en esta página bajo la autoría de quien suscribe estas notas, son el reflejo de sus observaciones, cuestionamientos y como parte de un ser social de este hermoso archipiélago. Otras investigaciones que fundamentan el abordaje de un tema determinado conforman las interrogantes y sugerencias de lectores de la página web de Tribuna de La Habana (diario digital) y, por supuesto, de algunas personas que en la calle abordan a la periodista.

En esta ocasión varios internautas cursaron una invitación común: escriba sobre el mercado de la zona 6 de Alamar. Un centro comercial con farmacia, panadería, banco, punto de venta de periódicos, el mercado industrial, las bodegas y otras dependencias de servicios que daba gusto visitar hace décadas, en comparación al escenario actual donde se puede llegar a perder la orientación, frente a oleadas de vendedores callejeros que vociferan la presencia de carretillas a lo largo de las calles (incluso interrumpiendo el tráfico de vehículos).

Usted puede observar personas sentadas vendiendo lo inimaginable, desde una jaba de nailon hasta alimentos crudos fuera de congelación, sin ninguna certificación sanitaria que determine su valor de consumo y comercial. Y tal vez no sea la indicada para llamar la atención de algo que ocurre a la vista de todos y que opino debe estar sujeto a las regulaciones vigentes que determinarían, por supuesto, la organización de tales actividades comerciales.

Por ejemplo, visite la zona aledaña al mercado El Progreso del propio barrio, donde también hay otra zona de venta. Solo llamo la atención porque no es nada agradable y bien pudiera ser como en otros lugares de la ciudad, a solo minutos de distancia, entre municipios, bien organizados, bonitos.

Basta recorrer la Avenida del puerto, donde están los almacenes San José, caminar por la calle Obispo y visitar a los artesanos. Insisto, camino toda La Habana, no me circunscribo al reparto Alamar, concebido como una ciudad de residencia y cuyos proyectos de reanimación comercial y de servicios lo situaron (hace décadas) en un territorio de referencia cultural en todos los sentidos: servicios de reparaciones, ventas de alimentos y su litoral con la playa de los rusos, escenario de conciertos…

En Alamar existen suficientes espacios para crear zonas comerciales en las cuales pudieran ubicar a esos nuevos vendedores, con el pago de impuestos sobre la superficie ocupada y otros que licitan sus actividades; incluso buscar un espacio propicio para los expendedores de productos agrícolas, incluida la llegada de camiones, porque es común ver de “todo”, como si fuera una candonga, término incluido en el gracejo popular cubano y, a mi entender, como dijera el poeta Oscar Wilde: La utilidad no está reñida con la belleza.

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