Cuando al caminar cerca de un sembrado usted distingue –secándose al aire- una sábana o varias piezas de ropas; puede confirmar que ahí vive alguien al amparo de los platanales cultivados -bajo la condición de ofrecer uso adecuado a la tierra proporcionada por el Estado, en función de la producción de alimentos de la agricultura suburbana.
Más no dude que, sin aportar una parte de la cosecha (en tributo) en forma regulada y, por supuesto, disponer el beneficio de una parte en función del consumo y la venta; levantarán una construcción de cualquier cosa que les permita establecer viviendas con garajes, y megapatios (algo cotidiano); así como otros negocios sobre la tierra (prestada) que deja de producir e incluso, sale de la planificación urbanística, en función de viviendas multifamiliares y áreas de beneficio social: proyectos detenidos por razones más que conocidas. El bloqueo impuesto al pueblo de Cuba, es real.
Años atrás en una reunión de la circunscripción, en mi zona de residencia, expuse la queja por un taller de herrería en la parte trasera del edificio y cuyo ruido insoportable, ocupaba un lugar permanente dentro de mi apartamento. La respuesta fue que esa persona pagaba sus impuestos y todo quedó ahí… “Está legalizado”, sentenciaron.
Así, al reparto, le fueron naciendo garajes que no tienen autos, talleres de mecánicos, carpinterías, poncheras, puestos de ventas, tendederas al frente de los edificios, ampliaciones traseras y frontales, áreas de parqueos (particulares)…; todo al amparo de una multa que ¿legalizaría? el desorden. ¿Acaso, en Alamar, en el extenso territorio del municipio de La Habana del Este, no hay suficientes terrenos para habilitar, en forma planificada, un área de construcciones destinadas para tales fines?
Debe existir una forma de resolver los problemas a quienes necesitan trabajar para el sustento familiar y, por supuesto, a quienes por la ampliación familiar requieren extender los apartamentos en bajos. Sin olvidar que todo se construye con lo que encuentran: pedazos de cualquier tipo de metales, como parches dispuestos al gusto de los dueños. Tampoco es raro encontrar en aceras a vendedores, o un mostrador al aire libre con la venta de pollo, picadillo o embutidos, expuestos a pleno sol, durante todo el día.
Recordemos cómo en los edificios construidos hace décadas, sin mantenimiento, son los vecinos quienes deciden qué color darle a sus fachadas, al punto de trascender la imaginación -en la diversidad de colores empastelados- de un óleo Portocarrero. Les confieso que me acostumbré de tal manera al ruido que cuando “aparece” el silencio por varios días, pregunto si el dueño de algún taller aledaño, está enfermo. Sólo quisiera que mi reparto, Alamar, tuviera la misma vista, elegante, que otros vecindarios cercanos como el Camilo Cienfuegos de La Habana del Este, del propio municipio.
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Muy bueno su artículo, me atrevo a agregar que a todo lo que le han puesto el nombre de ordenamiento, ha logrado todo lo contrario y me refiero al Ordenamiento Territorial, es todo un desorden, un verdadero relajo qu parece no tener fin. Ha sido el Desordenamiento Territorial.
Mi querida periodista,al parecer,usted es la unica persona que ve esto,yo digo esto y se que no me van a publicar,pero Alamar es un REALENGO,todavia se estan haciendo contrucciones ilegales a la vista de los delegados,CP y el gobierno de la Habana del Este.
Yo también me asombro del desorden urbanístico en toda la ciudad. En el municipio Playa proliferan a diario las construcciones ilegales sobretodo en aquellos locales que en algún momento fueron escuelas , oficinas o centros de trabajo y donde hoy viven cinco , diez o quince familias. Y quiero que se me entienda considero que estás familias tienen derecho a tener un techo pero también deben respetar las regulaciones urbanisticas.Y esto se permite o porque hay funcionarios corruptos o porque hay orientaciones de no crear malestar popular. No hay de otra.