Foto: Nayaren Rodríguez Socarrás

Me considero entre las personas amantes de la buena mesa y hago una aclaración, puedo pasarme varias horas cocinando porque lo disfruto. Pero últimamente pararme frente a la cocina ya no es mi espacio de antaño. 

Me di cuenta de que estoy olvidando los sabores de un plátano en tentación, de la mala rabia, de los tamales, de una buena sopa, incluso ya no persigo en la temporada de invierno el apio y la zanahoria para conservarlos y luego en verano hacer con la calabaza una crema y, sin autosuficiencia, ponerle el
acento: deliciosa.

Todos esos sabores y olores que convergían en mi cocina están dejando de ser familiares, pasan de largo frente a mi casa sobre una carretilla; mientras escucho el pregón -en ocasiones fuera del tono armonioso de
antaño debido a las consecuencias del bochorno (calor) en los fuertes días de verano.

Sé que mi paladar suele detectarlos e incluso puedo saborearlos mentalmente cuando recorro las calles de La Habana, y reitero las calles de La Habana, porque viajan montados en la polución de carretillas estacionadas en los alrededores de los mercados, al borde de cualquier vía: sea principal o aledaña, con precios increíbles.

La disfunción entre la llamada oferta (limitada por diferentes razones: bloqueo, subjetividades, falta de control, exigencia y tal vez un largo etcétera) y la demanda (creciente ante la búsqueda de satisfacer necesidadesde la población) nos lleva siempre a la misma pregunta cuando se propone adquirir viandas y hortalizas: ¿Quién me iba a decirque la libra de calabazas alcanzaría los 40 pesos?, ¿El boniato 80? ¿Que muchas calles de la capital estarían llenas de carretilleros compitiendo con los precios de los mercados agropecuarios?

Hasta hace pocos años los mercados de la calle Egido, la Plaza de Marianao, Guanabacoa, Cuatro Caminos, 17 y K, solo por citar algunos eran muy conocidos por los surtidos y precios. ¿Cuántos intermediarios existen
entre el productor y el que expende en una carretilla?, ¿por qué, a veces, los carretilleros tiene un producto primero que en el mercado? Incluso la papa -a precios elevadísimostransita en las tardes frente a las casas, mientras alguien vocifera un producto que solo pueden cosechar productores de alto rendimiento, especializados (por los recursos que exige ese cultivo) y es comercializado por una interminable cadena de intermediarios.

Mucho camino recorren las viandas y hortalizas; pero no siempre llegan a buen puerto; es decir a nuestras cocinas, con precios justos y de calidad, pero no es el caso.

Puede verse la exhibición de “rastrojos”, llenos de Tetuán (en el caso del boniato), vegetales marchitos, tomates esmirriados… y sus precios inalterables como si fueran ofertas de primera.

He visto tantas carretillas en La Habana que me he preguntado en muchas ocasiones cómo los choferes pueden sortear algunas de sus calles, no muy anchas, en medio del maratónico tráfico de estos expendedores, incluso los transeúntes comprando en las esquinas en grupos que interrumpen la circulación vial y también son un peligro. Me pregunto: ¿Cuántos carretilleros habrá en La Habana?

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