Frecuentemente solemos confundir un verdadero motivo de alegría con el alcance de un objetivo que no signifi ca mejoramiento, sino un paso un poco menos negativo dentro de un contexto adverso, o el simple retorno de una situación desfavorable a una de cierta normalidad.

Algo así como un “positivo” tránsito de una mala circunstancia a un escenario más tolerable. “Me trataron con amabilidad”, “vino la luz”, “alcancé pollo”, “pude subir a la guagua”, “el arroz pesaba lo que debía”…
son frases que repetimos con relativa frecuencia y con incuestionable aire de triunfo, cuando en realidad no
signifi can logro alguno, pues más bien son enmiendas a una realidad que debió ser, pero no siempre es.

Si nos conformamos y nos sentimos exitosos por esas falsas conquistas, el umbral de nuestros propósitos será tan reducido y engañoso que siempre estaremos desandando en círculos con salida y meta en el mismo punto, ni más ni menos.

Dejarse llevar por esa infecunda dinámica sería un obstáculo para avanzar en línea recta o en espiral, incluso con aceptables altibajos. El genuino camino hacia el éxito se convertiría en un entorno desconocido, y no estaremos preparados para afrontar los retos que implica sumarnos –como gota imprescindible–
al torrente que más temprano que tarde pudiera generar la prosperidad colectiva desde el fundamental
aporte de la individualidad.

Otras informaciones: