Nuestro equipo es más que una suma disponible de abogados y amigos para entablar un juego de béisbol. En el acervo fáctico se protagonizan cada día tantas vivencias, historias y realidades que a veces hay que aprender a prisa, hasta de la muerte. En breve plazo he visto como dos amigos pierden a sus papás. He apreciado desde un lejos inmediato cómo es el vacío brillo de sus miradas hasta el momento de cerrar la última luz posible en esta tierra. Pude advertir en quien maneja un caudal de verbos el naufragio de las
palabras sumergidas en el angustioso silencio que oprime en la garganta los sonidos preñados de la emoción y responsabilidad del duelo.

Aprendí de estos dos amigos cuánta dignidad y fuerza mantuvieron en sendos momentos que nos advierten de nunca dejar de sostener las manos de nuestros padres siquiera en los días de la semana que nos sumerge en intensas jornadas de trabajo; del valor de la más ordinaria de las llamadas telefónicas sólo para escuchar su voz. Aprendí que no estamos preparados para atravesar ese instante crucial y les confieso que nada tiene que hacer la racionalidad cuando el dolor desprende una parte que se va definitivamente: evoco aquel pasaje de nuestro José Martí cuando partía a la eternidad su padre Mariano.

Escribía, desde Nueva York, sobre quien no veía desde hacía varios años, a su querido amigo y hermano Fermín Valdés Domínguez. “Mi padre acaba de morir, y gran parte de mí con él. Tú no sabes cómo llegué a quererlo luego que conocí bajo su humilde exterior, toda la entereza y hermosura de su alma”. Así lo perpetuó en los Versos sencillos. “Si quieren que de este mundo/ Lleve una memoria grata, / Llevaré,
padre profundo, / Tu cabellera de plata.”

Nada amigos, en marzo ocurrieron días duros.

Otras informaciones: