Foto: Tribuna de La Habana

Ante la insistencia de los nudillos en el cristal, bajé la ventanilla de la puerta trasera del auto y un campesino de esos de antes: machete a la cintura, dijo: “No llores…, le respondiste, a él casi nadie le contradice”. Sentía rabia, salían lágrimas por la carga de estrés.   

Mis compañeros: el camarógrafo Viñitas, el sonidista Labarca y Colomina, luminotécnico, hablaban al mismo tiempo “debiste decirle que Aldana (Carlos Aldana, por entonces jefe del Departamento Ideológico del Comité Central) fue quien explicó qué quería él. Solo inquirí: ¿Por qué ustedes se quedaron callados?, ninguno tuvo coj... de hablar, nunca me amparó echando p´alante a otros… Defendí el documental que hicimos Daniel Diez y yo, porque no estoy equivocada.

Al día siguiente, camino al trabajo, una voz comentó tras de mí: “Ayer estuve en Quivicán…” Salté como liebre y respondí molesta: “por favor no hablaré” y aquel hombre explicó: “estaba detrás de ti, pensé que te desmayarías o llorarías, pero no sucedió; a él no le gusta que le guataqueen”.

Y le recordé: “además, en medio de esa discusión le señaló a un escolta: “Ve al carro y tráeme un documento que hay allí” y cuando lo tuvo en sus manos me habló al oído. “Lee aquí y dime dónde hay un error”. Ante miles de ojos, aún no sé de dónde saqué ecuanimidad para señalarle: “¡Mírelo aquí!” y ripostó: “Me di cuenta cuando lo leía en un evento de la CTC”.

Cuando llegué al NTV, pedí tiempo para editar, pues terminada la discusión, le pedí una entrevista y conversamos de los cultivos de la campaña de invierno, como si el encontronazo anterior no hubiera existido, y aún creo que fue un chiste cuando me comentó bajito: “¿Sabes de agricultura o lo aprendiste antes de llegar aquí?”.

Era una tarde de invierno, lluviosa y se temía que -de caer el agua suspendida en las nubes- se arruinaría la cosecha de papa, precisamente uno de los cultivos que provocó la discusión porque el material fílmico destacaba la superioridad de los productores privados, con respeto a los estatales.

Meses después, un funcionario del Ministerio de la Agricultura, en un encuentro casual, me dijo: “Necesito decirte algo. Ese día de Quivicán, un compañero de aquel inmenso grupo comentó: cuando salga de aquí, la harán talco y José Miguel Miyar Barruecos (Chomy) le respondió: “No hay por qué hacerlo”. Evidentemente yo estaba defendiendo algo bien hecho.

Terminado el NTV, salí directo para la presidencia del ICRT. Entré a la oficina y a boca de jarro dije a su entonces presidente, Enrique Román: “¿Por qué puerta me tengo que ir?, ¿por la de 23 o la de M? y respondió: “Acaban de llamar…, para que lo disculpe, tuvo un mal día”.

De aquella discusión con Fidel, sobre producción agrícola, sólo mi madre, cuando vio la entrevista al aire, comentó “…a Any le sucedió algo”. Pero no llegó a pasar. En otra oportunidad que llegué un poco tarde a un recorrido que realizaba me espetó, casi un susurro en mi oído, la tardanza; le respondí: “No tengo un helicóptero” y sin pensarlo un segundo rebatió: “¡Ni yo tampoco!”.

Ver además:

¿Y la competencia? Ahí, indecisa…