Foto: José Antonio Pillo

El salón de espera del hospital Pando Ferrer está siempre concurrido. Llegamos a la consulta. La joven especialista, observa la remisión con el nombre del paciente. Su rostro muestra signos de inquietud y sorpresa. Me causa una mala espina y un aluvión de interrogantes que disparan al unísono sin esperar res-
puestas. Tampoco estoy facultado para entender su preocupación.

Pienso, de golpe, que algo está mal con mi viejo amigo y profesor a quien acompaño y me sobrecoge imaginar que llegaba, para él, el fin de poder disfrutar y compartir en el terreno de beisbol donde los de la Organización de Bufetes Colectivos tenemos un espacio para la práctica del softbol y la posibilidad de compartir las experiencias vividas con una gloria del deporte cubano que aun ofrece sus enseñanzas. ¿Solo escuchar…?

Cavilaba en medio de tormentosos pensamientos cuando, ¡al fin!, la doctora compartió su preocupación: “¿Es Ihosvany Gallego?”, dijo y marcó de urgencia un número en el celular. Llamaba a su esposo.

Su rostro ahora tenía toda la luz que cabe en una mañana despejada. Experimenté alivio y cierto calor bajo mi piel. “¿Sucede algo doctora?”, logré articular esperanzado. “Es que no puedo creer que tengo frente a mí, a Ihoysvany Gallego, el ídolo del padre de mi esposo y por el cual lleva su nombre y coincide con el primer apellido”.

Su respuesta fue la medicina perfecta. Ihosvany Gallego, amigo, padre y atleta. Orgullo por quien ha entregado su vida a enseñar béisbol a varias generaciones: con pasión y profesionalidad. Ni él mismo imaginaria que iba a convertirse en un ser humano tan valioso en esta época de su vida, no solo para los abogados de la onbc sino para todos los jóvenes de la capital que juegan béisbol desde hace más de 12 años en el terreno que dirige.

Salimos del hospital llenos de nueva energía. Del orgullo de saber que aún después de tantas lecciones en torno a la mortalidad del alma no solo se ama ser parte de este entorno; sino que jamás se detienen los sueños de reencarnar por siempre en mi Cuba. La gratitud es la memoria del corazón.

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