Parada en el balcón observé una sábana al viento en medio de un platanal y me dije “ahí vive alguien”. Es algo cotidiano en Alamar ver que en los terrenos estales autorizados para sembrar, aparezcan pequeños ranchos que en principio son para guardar aperos o para tomar un respiro ante tanto calor.

Pero con el tiempo amparados en cercas, si no sale humo de una supuesta caldosa o el vuelo de una sábana al viento es difícil darse cuenta que ahí viven personas. ¿Quiénes son?, ¿cómo llegaron?, ¿cuál ley los ampara?

Igual sucede con las plantas bajas de los edificios, se construye en la parte trasera obstruyendo los viales hidráulicos que son un problema cuando hay alguna tupición; incluso se edifican cisternas.

En Alamar, además, progresan los quioscos en cualquier lugar, lo mismo construidos de forma elegante que una venta improvisada a pocos metros de las aceras, con un toldo como techos o al amparo de un framboyán. Y muchos se preguntan "¿Esos de dónde salieron?” El reparto ha cambiado poco a poco su apariencia para peor y no tengo pruebas sobre cuáles han sido las medidas aplicadas para cumplir con las regulaciones urbanísticas vigentes: pero -al parecer- nadie ve nada.

Puede usted que un día cualquiera sienta un ruido y es de un nuevo taller frente a los edificios olvidando que esa bulla hace daño a los seres humanos y con el tiempo todo es normal. Paradójicamente cuando hay silencio una extrañada pregunta el porqué de tanto silencio cuando el ruido "pasó a ser algo normal".

No soy la ley ni pretendo serlo, aunque como ciudadanos tenemos derechos legislados. Sólo repito lo que dicen los especialistas. El agua busca su camino para salir. Yo agrego los seres humanos también. Hay que buscar una solución. Alamar no puede ser un moderno barrio que se parezca al del antiguo "Las Yaguas”.

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