Es lunes. En Alamar es día de asueto para los vendedores de carretillas y mercados agropecuarios. Tal parece que el reparto está en siesta. Aprovecho y voy a la entidad Aguas de La Habana para pagar dos recibos, como el cobrador va a la hora que le conviene casi nunca coincide con todos los usuarios en casa y tratar de pagar por telebanca no es tarea fácil.
Es martes y para no mortificarme la existencia porque llevamos dos meses esperando en el edificio 979 de la zona 24 para que el carro de las fosas de Habana del Este haga su trabajo y diversas justificaciones lo impiden y los jefes tienen oídos sordos, decido salir a buscar pollo y ahí está, a un costo carísimo pero como dicen los vendedores “si vas a otro lugar debes pagar el transporte y al final gasta lo mismo, por tanto compro cerca de casa.”
El miércoles es la cola de la farmacia con su nuevo método de ventas que todos cuestionan y solo se resolverá con la abundancia de medicamentos. Quien organiza la venta nombra a los próximos compradores y pide haga el favor de ir al mercado cercano y avise a la bodeguera que se le acerca el turno. Regreso y digo “llegó el arroz”, la bodeguera viene dentro de unos minutos.
Todos los rostros cambiaron sus gestos y una risa colectiva invadió el ambiente ,¿medicinas o arroz?. Nada que los cubanos a pesar del sol, el calor, las colas aún reímos. Hoy compramos las medicinas mañana el arroz. Ah! olvidaba, es del que crece.
El jueves si la compañera encargada de mi salario lo puso en la tarjeta bancaria haré la cola, nunca es menor de cuatro horas.
El viernes, día feliz, iré a trabajar. Entraré al estudio con un excelente colectivo, se grabará el programa, lo revisaré y llegaré a casa en botella que los solidarios ofrecen. Pero prometo el sábado dormir y solo el domingo dedicaré unas horas a ver mi programa favorito ,”Amores difíciles” y el lunes comenzaré otra semana. Espero que con menos colas.
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Por suerte no va el sábado a la feria