
¿Se recuerdan que hicimos con nuestro primer salario? Con 23 años y como jurista en el 95 fue mi primer cobro en calidad de asesor jurídico y lo entregue íntegramente a mi abuela materna de Cárdenas (aún conservo el sobre). Por razones geográficas no pude hacerlo a la mitad con mi otra abuela o tesoro paterno.
En marzo de 1997 con mi primer salario como abogado invité a comer a mi madre a La Habana Vieja y paseamos en un Ford icónico, le compré un piano de madera con una cajita de música para adornar su sala y me compré un CD de Frank Sinatra. Guardé uno de los billetes de un peso para remarcar el momento en un futuro. No pude salir en un mes con mi novia…
Aún subsisten todos estos recuerdos emocionales; pero todo es muy corto en decirse: la gratitud es la memoria del corazón. Y pienso en La Edad de Oro, escrita para los niños por nuestro José Martí. No es que sea el mejor cubano. Hubo, hay y habrá en nuestra historia muchos como él. Pero en términos sagrados José Martí representa el arquetipo sublime y valioso de lo que un hombre debe sentir por su tierra y su gente.
Su obra de vida esculpida en grillete, canto frío, versos, prosa poética, expediciones libertarias, machete y
revolver en mano serán por mucho formidable inspiración para que jamás las generaciones futuras pierdan el
sentimiento y el orgullo de su cubanía.
El hombre universal e intempestivo, colmado de biología, mortalidad y espontaneidad, de yerros y humildad
cayó como él quería mirando un sol aunado a cualquier estrella en complicidad con la hierba verde de donde
partió con absoluta temeridad hacia la inmortalidad.
Martí no se enseña con lecturas cadentes y lectivas sino que: así mismo –como esos libros de Andersen,
Tolstoy y de Stefan Zweig se difunden–, es preciso –bajar– al hombre concreto, el patriota, no al Dios distante ni intangible sino al ser humano arriesgado, valiente y simplemente cubano que implicó su corazón a la condición humana. El Olimpo aleja la virtualidad verificable; sin embargo, lo real te acerca al hombre y a su ejemplo, y a un océano de virtudes que emular.
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