Foto: Archivo

Los héroes constituyen arquetipos biológicos imperfectos y mortales que saben amar, sonreír y soñar como cualquier otro hombre de tierra y polvo. Solo deciden distinguirse cuando la lucha es el único medio posible para conquistar la justicia social y arriesgan su vida a cambio de un ideal que simboliza los valores más puros de su generación.
Los mártires son héroes caídos que no lograron sobrevivir para apreciar la virtualidad de sus convicciones. Si bien la potencia del metal puede traspasar su cuerpo, el espíritu de su gesta constituye una proa que fecunda el sacrificio inspirador y necesario de toda Revolución.

Si José Antonio Echevarría Bianchi viviera hoy cumpliría el 16 de julio de este año 93 años de edad y nos contaría desde su hogar en la ciudad bandera que la tarde del miércoles 13 de marzo de 1957 partieron desde apartamentos ubicados en el Vedado habanero dos comandos armados integrados por miembros del Directorio Revolucionario. Uno asaltaría el Palacio Presidencial donde se encontraba el tirano Fulgencio Batista y su guarnición. Allí sería ajusticiado y tomarían militarmente esta plaza estratégica para fomentar el levantamiento del pueblo y del ejército a nivel nacional.
José Antonio Presidente de la FEU, máximo líder político y secretario general de la precitada organización era el jefe militar de toda la operación y dirigiría al otro grupo que ingresaría minutos más tarde en los estudios de Radio Reloj ubicado en las instalaciones del complejo radial y televisivo CMQ con objetivo de difundir los acontecimientos y arengar al pueblo y a los mandos militares a rebelarse contra el régimen de oprobio, como verbalizó su voz segundos antes de cortarse la trasmisión.

Son las tres y 21 minutos pm y una vez en la cabina de locución de la emisora, Echevarría, Fructuoso y Joe Westbrook comienzan la ejecución del plan esencial. Los locutores son conminados a leer los partes de los acontecimientos que están siendo protagonizados, el primero comunica el ataque a Palacio, el segundo proclama la sublevación castrista y la incitación a contravenir las órdenes de la jerarquía batistiana, el tercero y último: las palabras eternas de Manzanita:

“Pueblo de Cuba”! En estos momentos acaba de ser ajusticiado revolucionariamente el dictador Fulgencio Batista. En su propia madriguera del Palacio Presidencial el pueblo de Cuba ha ido a ajustarle las cuentas. Y somos nosotros, el Directorio Revolucionario los que en nombre de la Revolución Cubana hemos dado el tiro de gracia a este régimen de oprobio.

Cubanos que me escuchan. Acaba de ser eliminado (…)

Se interrumpe la alocución mediante acciones acometidas en la planta matriz para sacar del aire la emisión. Mientras tanto en Palacio se desarrolla un encarnizado combate donde los asaltantes van perdiendo gradualmente las ventajas tácticas del factor sorpresa y del repliegue y desorden de los guardias quienes tuvieron que huir hacia la azotea y otros niveles superiores del recinto.
Aquellos a pesar de dominar el segundo piso y llegar al despacho del dictador comienzan a ser superados por el calibre de las armas enemigas y afectados por la carencia de municiones, las bajas, los heridos y la ausencia de un grupo de apoyo que nunca apareció. El final representa una página sublime e inmortal de la valentía y del heroísmo patrio desplegados por los revolucionarios.

Mientras tanto José Antonio en automóvil junto a sus compañeros se dirige a la colina universitaria para constituir allí su estado mayor y continuar con el plan. La misión de Radio Reloj fue un éxito. Pero entonces, la casualidad no se quiere quedar sin protagonismo después de tantas voluntades y pensamientos coordinados. El carro de José Antonio colisiona con una patrulla policial en la calle L al costado de la Universidad. Cuatro oficiales integran la dotación del vehículo, dos apertrechados con ametralladoras emplazadas en el asiento trasero.
Los jóvenes se lanzan fuera del auto para buscar posiciones y comenzar el combate. Echevarría por el contrario comienza a caminar de frente para enfrentar a la perseguidora. Avanza con su arma directo, erguido y seguro. Una ráfaga hace mella en su anatomía matándolo en el acto, de inmediato un irregular charco sangriento brota de su cuerpo dejando una huella más de lucha patriótica en una calle cubana.

 Su sepelio fue en realidad un acto de persecución soberbia y cobarde por parte del ejército que ocupó el cementerio de Cárdenas prohibiendo la entrada del pueblo solo a familiares y un número minúsculo de allegados. Se efectuó de noche con la ayuda de un farol chino y las luces del automóvil perteneciente a la madre de José Antonio.
Al triunfo de la Revolución, su lápida y dedicatoria implícita hecha pedazos por los esbirros fue reconstruida y colocada en su tumba. Si José Antonio viviera hoy nos contaría todo lo acontecido esa tarde del 13 de marzo de 1957 y no existen dudas que el auditorio observando las grietas de sus ojos y el sentimiento de sus palabras volvería a sentir aquellos momentos con el mismo orgullo y determinación con que aquellos cubanos dejaron su impronta en la historia.

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Nació con los astros a su favor