Los valores de solidaridad y respeto se inculcan desde edades tempranas. Foto: Estudios Revolución

Todos los seres humanos somos iguales, independiente de su origen, raza, religión, afi liación política. Pobres o ricos, vivimos bajo el mismo sol que ilumina sin distinción a quienes se exponen a su fulgor. Sin embargo,
es mi percepción, observo que cierta parte de nuestra sociedad se está desemparejando fundamentalmente
por la posesión de bienes materiales o adquisitivos. Y… ¡cuidado! el dinero o los bienes materiales no hace mejores a las personas aunque les permita vivir con menos preocupaciones y más comodidades, pero ello no quiere decir que miren a los demás por encima del hombro o se crean superiores.

Estaba en una peletería de las que circula el USD y llegó un grupo de mujeres jóvenes con gran alboroto y móvil en manos llamando a otras para que supieran las novedades y comenzaron a comprar como si la tienda fuera a quedarse vacía. Toda una gran ostentación. Y fue precisamente allí cuando recordé que uno de los comentarios publicados en este semanario que más satisfacción me ha dado por su repercusión entre las personas de a “pie” y al cual titulé: “Ponerse en la piel del otro” donde relataba que un día –atormentada por las advertencias de la endocrino, al dejar pasar a un hombre ciego–, este le preguntó a su guía; pues
había escuchado mi voz, que me describiera.

Aquel señor ciego pidió permiso para relatarme un trozo de la Biblia y, sin saberlo, levantó mi autoestima y aún conservo su imagen. No nos equivoquemos, la vestimenta, los carros de cualquier gama, paseos, viajes… ayudan a vivir; pero la modestia tiene más valor que los bienes. Tal vez el más humilde ser humano nos puede salvar la vida. El hábito no hace al monje.

Otras informaciones:

Nació con los astros a su favor