
Estoy parada frente al edificio donde vivo y un niño da los buenos días y me felicita por el nuevo año. Respondo agradecida y observo que lleva al hombro una jaba que no pueda cargar cómodamente, mientras grita: ¡pan a 150 pesos la bolsa! Días antes, en el Malecón, cerca del semáforo del parque Maceo, en Centro Habana unos niños bajo un aguacero sorteaban los carros y pedían algo a los choferes. ¿Y los padres?, ¿fui la única que vio tal escena, por demás inédita?
En los dos casos dichos pequeños estaban vestidos, con zapatos, niños de la sociedad actual. Comento el hecho con una vecina quien asegura:“mi hijo no quiere tener descendencia porque se pasa trabajo", y le respondo: "Siempre hemos tenido dificultades; pero mira como hay pequeños allá fuera jugando y en las mañanas cuántos van con uniformes y zapatos a las escuelas. Y les dan almuerzo y la merienda escolar sigue en las secundarias".
Tal vez no sea lo de años anteriores pero se garantiza. No obstante, algo ha dejado de funcionar y es en la cuadra donde debemos visitar a los padres de esos niños para ver qué sucede. Hace poco se aprobó un código de las familias, célula fundamental de la sociedad y no podemos dejar derrumbar lo construido.
Quienes somos adultos mayores recordamos que en sus inicios la Revolución puso en manos de los jóvenes las posibilidades de estudiar en los planes de becas que se llenaron de los más pobres, de los campesinos quienes formaron las filas de muchos de los intelectuales, científicos, personal técnico que aún impulsan la sociedad.
No permitamos que padres inescrupulosos distorsionen la obra de nuestra Revolución. Aun somos pobres pero la educación en Cuba sigue en pie en todas las enseñanzas,los niños son el futuro no lo perdamos de vista.
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