Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Foto: RSM

Pensé que no, pero soy adicta a las redes. Busco noticias, reviso correos, WhatsApp, las respuestas a mis
opiniones en Facebook… Llegan felicitaciones de amigos e incluso personas que sin relación amistosa pidieron un día intercambiar. Reflejan estados de ánimo, deseos, falta de alguien o la espera de otro. Y vienen como foto antigua momentos de una ciudad que no es la misma, recuerdos de conversaciones, invitación a leer tal libro, visitas, vínculos familiares.

Esta Habana que me acogió hace muchos años conserva su aire colonial y la característica de su gente, pero pregunto por qué algunos parques son bellos y otros solo conservan la marca de lo que existió, por qué algunas avenidas brillan y otras no. Terminamos el año con una ciudad sucia, en contraste con muchos jardines de familias que dicen no a lo feo.

Por qué seguir esperando que las aguas albañales corran como ríos desbordados peligrosas para las redes de aguas limpias. Hasta cuándo caminaré mirando el suelo para no caer ante el hundimiento de las aceras o calles. Hasta cuándo el ruido seguirá invadiendo el necesario descanso del otro o las latas vacías de cervezas saldrán impunes de la ventanilla de un auto.

Quisiera en el nuevo año al revisar las redes ser sorprendida por la comunicación de un amigo alabando la limpieza de esta nuestra Habana como esa cuya avenida Monumental estaba llena de jardines floridos. Recuerdo cuando pasé por vez primera el túnel de la bahía y la ciudad toda me recibió llena de luz, limpia.

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