Foto: Naturaleza Secreta

En la zona donde vivo, en el reparto Alamar de La Habana del Este, hay muchos perro callejeros, a ninguno le sobra la piel en el cuerpo, porque manos secretas colocan poquitos de comida en los recodos de la aceras.

Esa es Cuba. Aún existe el hábito de pasar un pozuelo con sopa caliente de un apartamento al otro, o al abrir la puerta un vecino traerte algún plátano, un aguacate o un manojo de caña mexicana para que apacigües una infección de los riñones. O sencillamente prestar su hornilla eléctrica porque no tienes gas licuado.

Esa es Cuba. Hace unos días fui a consulta en el Instituto de Endocrinología y, mientras esperaba, los pacientes elogiaban por su eficiencia a las dos secretarias que atendían a las diferentes consultas de la citada entidad y a los del hospital Fajardo. Esa es Cuba. Ese día de médico al ver a tantas personas aglomeradas en la parada y ninguna guagua a la vista decidí pedir “botella” en un semáforo y viajé de tramo en tramo.

Esa es Cuba. En las tarde no hay inspectores del transporte en las paradas y es un “milagro” que alguien detenga la marcha; sin embargo, nadie niega la ayuda en los peligrosos semáforos. En espera en una parada puede estar el obrero que ajustó una llave en el Gato para que usted tenga agua, el mecánico que hizo un milagro para que su viejito escuche mejor porque no hay aparaticos para el oído. Un periodista que quiere decirle donde habrá feria este fin de semana.

He visto a médicos del hospital Luis Díaz Soto (Naval) pidiendo botella, mientras en los alrededores de ese propio centro a dueños de carros esperandopara cobrar miles de pesos por regresar a un enfermo a casa.

Tardé horas en llegar a Alamar pero lo logré gracias a personas que hacen Cuba; sólo digo: sigamos como la plata en las raíces de los Andes, de nosotros depende que no se desprenda un adarme.

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