Foto: RSM

“Me publicaron”, dije en susurro y con inevitable rubor, cuando descubrí mi primera crónica en Tribuna, después de haber realizado una elipsis desde aquella tarde que llegué a la Isla de la Juventud, en un avión para iniciarme en la radio de aquel territorio, las “ligas mayores”, en Radio Rebelde y la escalada hasta la Televisión, con la dinámica de tales medios devenidos en escuelas para muchos profesionales de la prensa en mi generación.

Pensaba que no podría escribir para la prensa plana por no saber hacer textos largos. Sin embargo, ocurrió lo contrario. “Lograste hacer lo difícil en los noticiarios de la Televisión. Nada podrá ser un obstáculo frente a tu experiencia y cualidades demostradas como periodista”. Era la respuesta a la osadía de llamar y preguntar si aceptaban colaboraciones.

Quería reflejar lo que sucedía en el barrio de mi reparto de Alamar, en La Habana del Este, tal vez uno de los más habitados por sus características y concepción arquitectónica en los proyectos de la Revolución. Resultaba un desafío cada tema de la agenda pública que se develaba en el mercado, las paradas de ómnibus, el estanquillo o de regreso del agromercado, donde algunos de nuestros lectores esperaran a esta periodista para citarle desde un título, hasta la aceptación de un tema publicado cada domingo.

Decidí ser yo misma en mi estilo de crónica: con mi forma de conversar, de preguntar de opinar.

Logré un sello a través del cual me conocen y el respeto de los lectores por reflejar siempre la verdad y el abordaje, sin temor (por supuesto, ni siquiera censura) cualquier tema. Por supuesto, no olvido el primer reconocimiento público relacionado con Tribuna: escribí sobre Vietnam y en plena parada del P11 una coterránea pasó y gritó el título de mi crónica, y seguidamente dijo: “Mi esposo trabajó allá”. Solo pensé a contracorriente de la popular frase y la viré al revés: “Una golondrina comienza el verano”. Tribuna me hizo útil luego de haberme jubilado de la televisión. He sentido el reconocimiento cuando algunas personas muestran recortes de mis escritos; mientras otras escriben al diario digital, sugieren temas que agradezco.

Por supuesto, los criticados también responden. Escribir en Tribuna fue difícil en un tiempo. Por tener rota la PC debía ir hasta el periódico; o sea cruzar media ciudad hasta las inmediaciones de la Plaza de la Revolución y perder la comodidad de la casa. En Tribuna también aprendí el trabajo del editor, que no deja pasar un error que por pequeño que sea puede cambiar el sentido de una frase. Tribuna está de cumpleaños y su pequeño colectivo lo celebra; pero también escucha a los lectores, los verdaderos jueces y destino de nuestro quehacer en la función de informar.

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