Por la rapidez con la que actúan, tal parece que los trabajadores de la Unión Eléctrica tienen listos –en sus respectivos closet hogareños–, las mochilas con todo lo necesario ante la urgencia de partir a las provincias o zonas de sus propios territorio cuando la naturaleza en forma de evento meteorológico desafiante se empeña en echar por tierra todo el andamiaje de líneas que este sector sostiene en el aire.
Tomar los instrumentos de trabajo, coordinar el personal de apoyo, montar los carros ligeros de servicio y especializados para no perder un segundo, una vez en el lugar, en la tarea de diagnosticar con la mayor exactitud posible los daños a fi n de trazar una estrategia de recuperación con urgencia y reducir los tiempos de espera de la población por el vital servicio.
Es normal ver imágenes de linieros sobre los postes, mientras otros recogen cables, transformadores o postes caídos a lo largo de los caminos o incluso en zonas intrincadas que muchas veces necesitan de personas que abran las trochas; incluso en la ciudad se requieren podadores. Y es ahí cuando los propios vecinos afectados por la falta del servicio, acuden sensibilizados para apoyar y otros llevan la familiar tacita de café.
Es un hábito de años, prácticamente una tradición observar esta solidaridad entre los trabajadores de la Unión eléctrica porque, además, hay otros colectivos que esperan para hacer sus labores como son los de la rama hidráulica (Aguas de La Habana) que afectados los motores de bombeo en los pozos de agua, no pueden transportar el líquido en espera de la electricidad. Años hace que eléctricos e hidráulicos por el bien común enlazan las manos.
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