
Quedé sola en medio de la plazoleta cuando intentaba averiguar, ¿quién vende duralginas? Alguien se adelantó con el grito de: “¡agua…!” y los observé cuando apresurados tomaron un trillo diferente como si fueran peatones sin prisa. Solo un joven con una caja de culantros, que cubrió con un cartón, siguió mirando su móvil como lo más normal del mundo.
Muchos de aquellos revendedores eran personas muy mayores que comercian lo que menos usted imagina, pues según alegan lo hacen porque su pensión es muy baja. Y yo que he escrito de varios temas latentes en la sociedad tengo esta asignatura pendiente porque muchos lectores cuando escriben a esta columna lanzan el reto para que trate el tema.
Algunos que exponen sus testimonios como retirados alegan que aún permanecen a la espera de un posible aumento. Y otros comentan “no es que estemos en contra de aquellos sectores que ya tienen un sueldo mayor, es que en nuestra generación, en su mayoría profesionales, fuimos protagonistas de muchas actividades importantes y contribuimos en el desarrollo de la nación”.
Son tiempos difíciles y es cierto que los de mayores necesidades reciben alguna ayuda, pero un gran grupo está por debajo de los 3 000 pesos mensuales y cada día los precios son más elevados. Sin olvidar que por la edad los medicamentos comercializados fuera de las farmacias dejan profundos agujeros en los bolsillos.
Conozco de jubilados, entre los cuales me encuentro, que nos reincorporamos al trabajo porque tenemos fuerza y capacidad profesional para hacerlo; mientras a otros -por su salud o condiciones exigidas en las ofertas de trabajo-, los descalifican porque no son personas adecuadas. Pienso en aquellos que por diversas razones no tienen otra opción que esperar la bajada de los precios.
Ver además:
Vivir en la actualidad en nuestro país, todo es un reto y una zozobra. Las farmacias no garantizan la venta de medicamentos, ní los controlados; y entonces que hacer? No tomar el Enalapril y tener la presión alta, descontrolada, con la salud en el pico de la piragua o comprarla a sobreprecio, amarrandose el cinturón a la cintura y hasta un poco más abajo. Y así pasa con todo. O no puedes coger un ómnibus ní una gacela para llegar al Clínico de 26 y embarcar al familiar que tienes que relevar cuidando un enfermo o pagar 100 o 150 cup en un botero y después hacer trasbordo abonando 100 cup más y hacer piruetas en el aire en subirte en una moto eléctrica sin escaleras, que te deje en el destino. En ocasiones me hago la interrogante leninista: Qué hacer, por dónde empezar? Pero a veces me asalta la renombrada Shesperiana: to be...or no tube. Esa es la cuestión estimada periodista.
Toda crisis económica trae consigo pérdida de valores humanos en la sociedad y aparecen y florecen abusos de todo tipo, es lo que vivimos y sufrimos. Esperar a que bajen los precios?, eso es un sueño de verano, no bajarán por si solos, es no un sueño, diría una pesadilla esperar por un crecimiento de la producción y la oferta. Tiene el Estado que regular los precios, hacer cumplir lo que legisla y aumentar los salarios de jubilados y vulnerables, no somos excepción, el mundo funciona así y siempre aplicamos políticas sociales de protección y seguridad social mejores que muchos paises de este mundo. Hay que poner orden al desordenamiento, urge hacerlo, no se puede dejar para mañana.