Foto: Perfil en Facebook del Gobierno de La Habana

Las habichuelas perdieron su frescura y el precio de los mazos es de 120 cup; las guayabas, con trazas de lunares negros, a 40 la libra; los frijoles colorados a 380 e incluye piedrecitas y basura; los plátanos burros casi secos… La lista puede ser mayor.

Con excepción se encuentra algún vendedor que ofrezca rebajas asequibles, mientras otros -cuando le señalas mermas- responden: “Tía prefiero echarlo en la basura”. No son capaces de "recuperar" lo invertido porque lo destinan al consumo animal (venta mediante) o los tiran en micro vertederos.

Encuentro tal locura en los listados de precios que declaro mi incompetencia para tratar de entender por qué no le ponen "el cascabel al gato", mediante controles efectivos e impuestos.

He visto a un distribuidor en varios mercados y, al cuestionar a los vendedores por la desigualdad de costos con sus similares, alegan que lo adquirieron por un precio más elevado.

Lo cierto es que usted pasa en la mañana y los precios son unos porque se “supone” que puede aparecer algún inspector, pero a las cinco de la tarde salen carretillas muy surtidas con precios elevadísimos. ¿Es que las multas no educan o caducan?

Un limón en La Habana Vieja cuesta 20 cup; en Alamar la libra 500.  El plátano macho es a 50 pesos la libra y en una carretilla o vendedor ambulante es a 40 cada unidad.

Si hace poco se logró marcar precios topes para el pollo, aceite y otros productos ¿qué sucede con los que necesitamos de los agros?, los cuales, además, una vez echados a perder van a la basura. ¿Es que la calidad versus precios no es un tema de interés para las autoridades competentes?

Mucho nos jugamos cuando en medio de la tormenta, algunos prefieren continuar la pesca en aguas revueltas.

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