“¡Te cogí¡", advertía Roberto López, jefe de redacción del noticiero estelar de la TV, mientras señalaba un error. Respondí avergonzada: Fue con la palabra garaje, tenía dudas de si escribía con j o con g y sentí pena preguntarle, y él afirmó: “Hace meses reviso, minuciosamente, lo que escribes, pero te cogí... Sonreímos los dos. Yo, graduada universitaria; él, periodista empírico, dominaba las reglas de la redacción.
Cuando Manolo Ortega leía mis reportes, sentía, -en la sala de mi casa-, que llegaba al cielo, en su voz, en cada palabra, era veraz, y cuando al otro día le daba las gracias, solo expresaba: “¡Niña!, como algo normal, que yo apreciaba mucho más por su rigor y exigencia.
Era un locutor formado por los caminos de la vida. Para todos los periodistas, esas personas muchísimo mayores que nosotros eran ejemplos en disciplina, relaciones humanas, humildad, sencillez. ¿Cuándo comenzó a cambiar todo? No lo sé. Pero se ha perdido un poco, quienes ostentan títulos de posgrados y otros documentos acreditativos de cursos, en ocasiones erigen el ego de algunos como si necesitaran de ese aval para imponer su criterio sobre quienes no poseen tales créditos académicos y olvidan que la práctica es madre de todos los saberes.
Puede cualquier persona dominar un oficio sin haber bajado los escalones del Alma Mater y hay que respetarla. Ser humilde no desacredita a nadie, al contrario, eleva la calidad humana de una persona. cuidémonos de la petulancia.
Otras informaciones:
La experiencia vivida a lo largo de estos setenta y cuatro años, donde sin ser periodista, redactor o escritor, he tenido que escribir bastante, me han enseñado que la buena lectura ayuda a la ortografía. Y me atrevería asegurar: La práctica es el criterio valorativo de la verdad.