
Hace mucho tiempo no escucho el grito: “¡Muchacho…!”, cuando alguien es sorprendido en la acera por una rueda de bicicleta zigzagueando porque el conductor no domina el equilibrio. Incluso, hace mucho tiempo no veo un monopatín con su dueño, pleno de felicidad: brazos abiertos (en posición de parachoques) o cuerpo inclinado dispuesto a frenar con el que se le atraviese.
Hace mucho no veo pintadas las aceras con tizas para jugar al pon. Y no es que no tengan, porque a veces he visto a una vecinita dar vueltas en su bicicleta y otro pequeño con unos patines y nadie se les suma en su diversión. Lo que sí observo, en silencio, a todo lo largo del contén de la acera a grupitos de niños —en edad de liberar energía, por ejemplo jugando a los escondidos—, ensimismados ante un teléfono móvil o tableta.
De curiosa he preguntado y algunos enseñan lo que hacen, pero otros viran el teléfono y con cara de susto no responden. ¿Por qué niños pequeños tienen acceso a un móvil con conexión a internet? ¿Quiénes (me refiero a los adultos responsables) tienen dominio de lo que observan? ¿Saben sus progenitores a qué los exponen?
“Total”, responden algunos y se apresuran a justificar: ¿Qué otra cosa pueden hacer? Y es cuando me pregunto: ¿Están olvidados o fuera de moda los juegos de mi infancia? El verano comienza, las vacaciones escolares con él. Cada municipio ha organizado actividades para ellos, interesémonos por saber dónde serán. Pero también se pueden crear a nivel de barrio muchos entretenimientos. Quiero y prefiero gritar (advierto: no es masoquismo): Muchacho…! ante unos ojos grandes de infantes azorados que dicen: ¡Apártese que no sé frenar!; incluso, lamentar el no poder disfrutar de la siesta por la gritería de mis vecinitos que están jugando a los escondidos, porque sé que estos juegos no condicionan comportamientos violentos ni enajenantes de la realidad.
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Por suerte aún hay repartos, como en que vivo, Abel Santamaria, Boyeros, en el que los niños si juegan a las bolas, a las escondidas, a la pelota o al fútbol y a otros juegos de infancia y les confieso que me reconforta mucho, porque no solo les enseña a compartir y competir entre ellos, sino que también les ayuda a la preparación física, a alejarse un poco de la tecnología que en ocasiones los aísla del mundo real y además el juego al aire libre siempre será más sano para ellos, ya que existen algunos virtuales que promueven la violencia y eso es perjudicial totalmente. Da gusto ir por nuestras cuadras y ver como nuestros infantes retoman los juegos tradicionales que siempre las generaciones anteriores disfrutaban, por lo que opino que los padres debiéramos inculcarle desde pequeños que se desarrollen de esa manera y que suelten un poco las tablet y moviles, que tengan contacto físico con otros niños y con la comunidad