Foto: Aixa Alfonso

Los herbazales hieren mi vista. Patios, parterres, orillas de las aceras… son mudos testigos de un laissez faire que preocupa. Solo se salvan algunos espacios donde no es preciso decir lo que hay que hacer. La lluvia había estado esquiva con la capital y –desde el jueves, parece que todo lo acumulado por llover (desde el tradicional mes de mayo) – comienza a “desbordarse arriba”; mientras abajo miramos de reojo la magnitud en la cual sobrevenga tal bendición de la naturaleza.

Por supuesto, será abono para el olímpico crecimiento de la mala yerba, que dará cobija a más insectos, si no la cortamos y retiramos la basura... que conste, no solo me refiero a la que tiran al paso o desde cualquier nivel de un edificio o desde un vehículo en marcha, sino la acumulada en contenedores, esquinas o basureros improvisados, de cuya recogida tienen que ocuparse otros. Mientras persistan estas lluvias, tampoco echemos más “leña” por donde corren libremente las aguas albañales.

Y si la “espontaneidad anda de viaje”, es menester que tomemos, entre todos, la iniciativa, por eso quiero enfatizar en la capacidad movilizadora del barrio, porque nadie ha vetado a los delegados de circunscripción y puede constituir la polea canalizadora de asuntos que, además, requieren de la participación popular, como por ejemplo, una simple chapea, tan comunes en aquellos domingos que reunían a los vecinos en las áreas exteriores de los edificios.

¿Actuar en la búsqueda de soluciones es tan solo una gota en el desierto de problemas que aquejan a la comunidad? Bien. Pero es posible sumar otras gotas con esfuerzos y voluntades con el liderazgo de los representantes de las organizaciones de masas.

Ver además:

De la basura y otros demonios