Foto: Tomada de Granma

Era la única en la pequeña sala, pasada las nueve de la mañana. Recapacité en mi irresponsabilidad, y cuando la enfermera llegó con su pequeña e invaluable carga, desde el policlínico, saludó y dijo: "Tengo que caerle detrás a los pacientes. No acuden a ponerse el refuerzo de la vacuna anticovid y la antitetánica”.

Especulé de manera reflexiva: Cuando convocan a inmunizar a los pequeños todas las madres acuden y los adultos... ¿Por qué lo dejamos para luego? Es un compromiso de cada quien y no del presidente del comité o de la enfermera, de estar llamando por teléfono o gritando por los edificios para que vayamos a protegernos de una enfermedad que aún está presente.

Y, en este punto de inflexión, volví a reflexionar sobre "el dejar algo para después".

Por ejemplo, el maestro cita a los padres y no van todos a las reuniones, luego escuchamos los lamentos por los resultados evaluativos académicos y ripostamos a ultranza.

El que se compromete a dejar de fumar y sigue contra toda advertencia o propaganda, el que no abandona consumo excesivo del alcohol, y desgraciadamente es más común, ver desde las mañanas a grupitos en las aceras botella en manos.

El que hace hábito de llegar tarde al trabajo "porque el transporte está malo"; el plomero, carpintero, electricista que jura ir a ver tu problema, te “embauca” porque, tal vez, dejaste de hacer algo por esperar.

En mi caso que fui lenta para reactivar la vacuna no puedo alegar que la responsabilidad es de "Soberana”, sino lo contrario porque se trata de la inyección que me inmunizó.

Ver además:

Las piedras rodando…