
Es una incógnita para mí el origen de la violencia de género. Durante algunos años residía en un solar cuyos vecinos vivían hacinados, muy humildes. No eran de altos estudios, la mayoría con la pigmentación de la piel negra; pero –contrario a los esquemas de tendencia exclusivista y tabúes segregacionales– nunca escuché
un grito, una palabra obscena y mucho menos una trifulca.
Sin embargo, en otro territorio donde los vecinos vivían con mejores condiciones urbanísticas y de viviendas confortables se formaban escándalos, en los cuales sobrecogía el ruido de los golpes, griterías y malos tratos, casi siempre en los cuales las víctimas eran mujeres.
Incluso, en uno de estos escándalos alguien vociferó y reclamó asumir ese viejo refrán que dice: “Entre marido y mujer nadie se debe meter”. Y es precisamente aquí donde me voy a detener. Caminaba por una
de las arterias más concurridas del centro de la ciudad y, en sentido contrario, venía una mujer que al verme dijo: “Yo la conozco, me alegra verla”. Respondí: ¿Que me conoce…? Y ella aseguró que “sí, de la calle
Obispo en La Habana Vieja. Al pasar por mi lado usted me susurró: No dejes que te apabullen…”.
Nunca olvidé esa frase que resultaba evidente como apoyo solidario. Y tampoco olvidé su rostro. Quería decirle que mi marido es buenísimo, es que él cuando se pone bravo me trata así pero luego se le pasa…”.
No supe qué responder; pero nos hicimos amigas. Es una trabajadora, excelente mamá y un día al preguntarle cuál era su centro laboral quedé muda y cuando logré articular palabra, le pregunté si tu jefa supiera lo violento que es tu esposo quedaría muda como me sucedió a mí. Hay quienes justifican el soportar la violencia porque no tienen para dónde ir o carecen del suficiente sustento para garantizar los alimentos, ropas y cuidado de los hijos o tiene miedo a represalias. Todos tenemos la misma responsabilidad, pero creo habría que estudiar qué provoca la violencia. Sobre todo, cómo desterrarla de nuestras vidas.
Vea también:
La ignorancia de las autoridades cuando uno se queja,realiza una denuncia y no pasa nada hasta que se derrama el pote. Hemos realizado decenas de planteamientos por situaciones que se presentan en el CDR #7 Marcelo Salado ubicado en calle 42 entre 1eraA y 3era avenida Miramar municipio Playa La Habana cuba con fiestas en aptos que perturban el descanso de otros vecinos,mascotas que ladran a cualquier hora del día y noche,vecinas que cuando se despiertan ya creen que el resto del vecindario también tiene que estar despiertos y soportar cuando grita llamando a gatos y canes además de ponerlos a realizar necesidades fisiológicas en áreas comunes de edificios. Y son los menos pero reincidentes. Tan fácil que es de aplicar la ley pero no se aplica.Son inmunes,sordos,ciegos cuando se les llama la atención .En este CDR EDIFICIOS 110 y 112 no ha ocurrido un hecho más violento de milagro porque hace unos días dos vecinas casi se entran a piñazos por el tema de despilfarro de agua. Se colocó una reja en la entrada bien cara y no pagó todo el mundo y sin embargo seguimos sin tranquilidad porque unos pocos vecinos quieren seguir aferrados a sus malas costumbres y no respetar el derecho ajeno Continuará