En cada visita se debe de realizar una inspección a fondo para asegurarse no existan criaderos de Aedes. Foto: Oscar Alvarez Delgado

El editor jefe llama. Es jueves y le preocupa la morosidad en la entrega del comentario para la edición impresa. Antes habíamos concertado seguir el tema de la bancarización que tantas interrogantes motiva en la población. Sin embargo, precisamente este jueves 19 de octubre, a las nueve y diez de la mañana tocan la puerta (¿o golpean como si del otro lado fuéramos sordos? Al abrir una mujer saluda y dice: “Me das el papelito…”.

Una de las prendas de vestir la identifica como trabajadora de Salud Pública, de las inspectoras del Aedes aegypti. Pregunté: “¿Tiene abate?”. No. Así de lacónica fue la respuesta y agregué: “No le voy a entregar el papelito porque usted no ha entrado en la casa, no sabe si hay agua en tanques, por lo que no le justificaré su salario”. Solo alegó: “No se preocupe”.

Minutos después la volví a ver, mientras descendía del piso alto, y le expresé que mi preocupación formaba parte de los criterios expuestos por lectores de Tribuna de La Habana; pero, en mi caso haré lo que corresponde: escribir sobre este asunto; aunque “no haré referencia al policlínico al cual pertenece; no obstante, usted debe revisar los tanques, patios, garajes, para ver si hay larvas o mosquitos y las personas actuar”. Recibí una respuesta aún más cortante: “Tiene razón”.

Lo peor es que nadie revisa el trabajo de esas personas que tienen la obligación de velar por la salud.

Este jueves recordé ese poema de Carilda Oliver. A veces va una así, desamparada, como pudiendo enamorar la nada, y el milagro aparece en una acera. Y lo recordé porque fui a comprar pepinos y el dueño del puesto de venta me sorprendió: “La libra de pepinos, para usted, es a 50 pesos. Quisiera se publique en el periódico que yo pago 360 pesos mensuales para echar a la basura los deshechos de viandas y vegetales en los depósitos y Comunales no la recoge… Lo dicho por ese vendedor me hizo averiguar con otros y es real, hay que pagar un impuesto y la basura sigue ahí, acumulándose.

Una cuestión que debe ser analizada en la búsqueda de soluciones, sin que tenga la necesidad de buscar una simbólica rebaja del precio de los pepinos para escribir en relación con su preocupación, porque represento a todos mis conciudadanos (él incluido) con énfasis en los intereses de la mayoría que se coloca de este lado del mostrador.

Ver además:

Camino de un sueño