Aún tiemblo. Aquella mañana me despertó, en medio de un llanto, solo balbuceaba que estaba bajo un tiroteo en la escuela. Con voz temblorosa confesó que nunca imaginó vivir aquella trágica escena de gritos y cuerpos sobre el suelo. Hacía apenas un año había tomado la decisión de recomenzar lejos de las colas para adquirir los alimentos, apartada de la escasez que provoca más ansiedad y malestar, de la angustiosa espera por un medio de transporte cada día, pero sobre todo de la estrechez de un horizonte donde resultaba imposible pensar en futuro.
Había partido para realizar su “sueño”, vivir como le habían contado quienes partieron primero y no perdía oportunidad para embullarme cuando decía: “No hay futuro… y tú eres una boba, con lo que tú sabes allá te abres camino. Aquí no se puede vivir”.
Hoy cuando llama desesperada, respondo: “Estoy en una cola para comprar el pollo, donde hay tremendo molote; pero no ha sonado ni un tiro para poner orden”. No la critico cada quien tiene su derecho a enrumbar su vida como quiera, pero la mía, la de hacer colas, de soportar calor cuando no hay electricidad, que a veces no llega el agua con fuerza por roturas de las bombas en el Gato, Cosculluela y Cuenca Sur… Y así múltiples razones que tienen como base que sus razones para irse, no son las mías.
Me quedo, entre otras razones, porque miles de niños, adolescentes y jóvenes van a la escuela y sus padres tienen la certeza de que regresarán; porque nadie dispara con un fusil automático hasta, finalmente, ser abatido por la policía, porque nadie me sacará los muebles de la casa por no pagar el alquiler.
Que sí, es cierto, también agobiante. Nos faltan medicamentos; pero los vecinos nos ayudamos. Que la comida está difícil, los precios elevados (en varios de mis comentarios los critico), que quisiera comer dulces finos, carne de cerdo o bovino, jamón, buenos panes; sin embargo, nunca he ido a la cama con el estómago vacío.
Ella, como muchos tienen sus razones, yo tengo las que motivan a millones. Pienso en la respuesta que ofrecí a una española que nos critica (desde su perfil de Facebook) desde la “abundancia” y le pedí a cambio compartir con los que aquí necesitan, con un fragmento de esa canción de Pablo Milanés: “Propongo compartir lo que es mi empeño, y el empeño de muchos que se afanan/ propongo, en fin tu entrega apasionada/ cual si fuera a cumplir mi último sueño”.
Otras informaciones:
Comparto con UD, no me voy de mi país por nada ni por nadie.
Y a veces "son extraños", "no creíbles" las personas que deciden no partir (de diferentes niveles de vida) a pesar de los pesares... Avancen y no agredan a su querida PATRIA y q a su vez agreden a los que habitamos en ella, gracias. SUERTE y SALUD PARA TODOS los que deciden PARTIR y para los que deciden PERMANECER!