
Parada frente a la ventana puedo ver todo lo que ha crecido el sauce del vecino de los bajos. El vuelo del colibrí que liba de sus flores casi al nivel del cuarto piso, donde vivo. Escucho las voces de disímiles pregoneros, incluso de aquellos que marcan un horario como si fueran antiguos trenes o el pito de un central; aunque a veces no entiendo qué intentan vender.
Precisamente, detenida frente a la ventana, me sorprendí un día repasando mi vida y reparé en esas personas que llegan y te marcan tanto que las guardas con un cariño infinito como si fuera un secreto bajo siete llaves. Y lo peor es que nunca le decimos cuán importantes son y cuánto has aprendido a quererlas; incluso -por azar de la vida- las nombras y descubres que casi son universales porque también han llevado esperanzas y reafirmación de vida a otras personas.
Una de ellas es la doctora Silvia Turcio Tristá a quien logro llamar en cualquier momento y con la más dulce de las voces responde: “Puedes venir, estaré a tal hora”. Frente a ella he llorado, me ha dado fuerza, sin negar jamás el peligro que se puede avecinar. Pero gracias a ella repaso, frente a la ventana, mi vida.
Cuando Silvia alerta un peligro y orienta el camino a seguir; sin decirle nada (lo confieso) salgo corriendo y no paro hasta ver al doctor Oliva para que revise mi cuello porque no hay equipo que pueda detectar un mal primero que este hombre serio, que me saluda de Usted; a pesar de que hemos conversado de su profesión, sus años de vida, pero no deja de utilizar ocurrencias que hacen relajar los nervios del más asustado que se pare frente a él.
Silvia es mi endocrino, Oliva mi oncólogo, y –como muchos de sus pacientes- podemos utilizar el
“mi” (en sentido de cariño familiar posesivo) que acodamos quienes en este país pobre, sin reactivos para los análisis, falto de mil medicamentos, se buscan otros caminos para mantenernos activos.
Pero en honor a la verdad hay otro ser humano, y es el director de este periódico, quien también me ha incitado a seguir la vida e invita a escribir para ustedes cada semana. A los tres les doy gracias miles, mirando la vida desde mi ventana.
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