“Estoy parado frente a un estante de varias marcas de café y diría, pudiera asegurar que casi todas las
he probado; pero no encuentro uno con sabor igual al que tomábamos en tu casa, cuando nos reuníamos a conversar de diversos temas, la nostalgia me mata…”.
Este mensaje lo encontré un día en mi Facebook. Lo escribió un amigo que hace varios años emigró. Aunque este tema de lo que tenemos, perdemos o cambiamos de lugar y extrañamos, lo he tocado en otras ocasiones, hoy vuelvo porque un lector lo pidió con una pregunta llena de vericuetos para disímiles respuestas: “¿Por qué extrañamos?”.
Pienso que echamos de menos lo que por diversas causas nos ha dado felicidad y no es precisamente el lugar que dejamos. Yo en esta época del año, en la que los flamboyanes están florecidos, recuerdo mi niñez, cuando mis padres -al atardecer- sentados en un pequeño parque donde conversaban, mientras me entretenía recogiendo semillas.
A veces extrañamos lo que hemos dejado de hacer y no retomamos porque lo vamos dejando para otro día, por ejemplo a esos amigos o viejos compañeros que podemos invitar a nuestra casa, encontrar un parque para echar una parrafada sin tener en cuenta ¡que vivimos lejos…! Un día es un día, y así hay infinitas justificaciones. Por diversas causas nos alejamos (a veces) hasta de nuestra propia familia con justificaciones vagantes: “que si estamos más viejos, que si no hay tiempo, que si ayudo a mis hijos con los nietos, que si hago mandados…”.
La vida es una. Por lo menos quienes vivimos en este país tenemos un ventaja que no tienen quienes emigraron y, tal vez, no pudieron cargar entre sus maletas ni con las fotos de sus recuerdos; que posiblemente se sientan en un parque que no el de sus memorias, que tuvieron que asumir otra cultura, costumbres, tener de amigos a otros inmigrantes, evocar lo que dejaron atrás.
Antes que se pose el “gorrión” (no me refiero a los inquietos visitantes alados en mi casa), respondo: extrañamos lo que hemos dejado de hacer y plantó un rastro en nuestras vidas.
Le sugiero que: mientras usted pueda regrese a ese lugar que tanto añora; aunque deba viajar de regreso, desde lo más hondo de su ser.
Vea también: