Foto: Tomada de Redes Sociales

Sábado 20 de mayo, nueve de la mañana. Fecha histórica que dejó una herida en la historia de Cuba. Abordé un ómnibus de Transmetro, en la ruta del P3 para salir del reparto Alamar con destino a la Víbora, el viaje transcurrió tranquilo aunque con mucho pasaje a bordo. Regreso. Una y media de la tarde. Después de un tiempo demasiado prolongado, incluso para escribir la novela que le valió el Premio Nobel a García Márquez, estaba aún en la parada ubicada en Porvenir y Kessel, en Víbora Park, cuando logré subir a un taxi de una cooperativa que cobró -exactamente hasta Concha Y Luyanó- 50 CUP por persona.

Por curiosidad, le pregunté al chofer por qué de tanto dinero. Respondió: “Las piezas son muy caras y debemos comprarlas nosotros… Este carro es de una cooperativa”, al inquirir si al vehículo se le rompían las piezas todos los días, entonces se defendió: “Señora sin ofenderla un carro cuesta más que una mujer”. Los cuatro pasajeros que nos bajamos del auto en la citada dirección pagamos por la distancia de tres paradas de ómnibus 200 CUP.

Para entonces, ese sábado me resultaba inolvidable. Como no pasaba ningún ómnibus ni Gacela decidí ir acercarme a la parada del P3 en Porvenir, cerca del crucero de Luyanó. Al fin llegó un Transmetro que rendía viaje en la Virgen del Camino, donde decidí adelantar unas cuadras en un ómnibus que iba para Regla y me desmonté en la parada cerca de la rotonda de la Shell. Allí abordé otro Transmetro hasta Guanabacoa y, sin esperarlo vimos acercarse un Transmetro vacío, con destino a Guanabo. Así pude llegar hasta Alamar.

He relatado todo el viaje con un montón de interrogantes: ¿Quién controla las rutas que asume Transmetro? ¿Por qué hacen viajes de tramos cortos y, sin girar o sea retorno al punto de partida, siguen hacia otro destino? Incluso, a veces, por ejemplo, en el mismo reparto Alamar -en horas tempranas en la parada XI Festival- el chofer dice que llegan hasta la Zona 6 y, cuando todos se bajan, tranquilamente, expresa: “Voy para la Virgen del Camino” y vuelve a llenar el ómnibus.

Sé que no alarmo a nadie de mis conciudadanos cuando hice mis cálculos de gasto en pasaje (en vehículos estatales) y comprobar que el viaje de regreso ascendió a 80 pesos. También sé, y debido a la urgencia de un turno médico, con la especialista que me atiende en un hospital, gratis (como en todos) hasta cien pesos para salir de Alarmar. Agotada, por demás, de la Odisea, pensé: “Creo que tardaré en volver a la Víbora”. El transporte está difícil y todos saben las causas pero una persona que por alguna necesidad tenga que hacer un viaje de Alamar a la Víbora y viceversa, tiene una que pensarlo.

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