Foto: Cubadebate

Estoy en Alamar. Intentaba cruzar la calle cuando una voz de mujer dijo a mis espaldas. "Usted en el periódico y yo en la tienda. Periodista la estoy leyendo”. Las dos estábamos sin ponernos de acuerdo en la misma línea. Nunca había hablado con ella, pero sabía que es la gerente de la tienda El Sol y fui testigo de palabras desagradables que algunas personas le increpaban cuando para comprar los productos cárnicos eran una verdadera odisea y muchos la culpaban a ella.

La había escuchado comentar, “si Cimex coloca la mercancía esto se acaba”. Y se acabó. Ahora la historia es otra, se pasan días y días con mercancías y los consumidores no van a adquirir los que les tocan y me da gracias cuando paso por la acera de enfrente ver a la gerente sonriente y yo pidiendo que no se la lleven para otro lugar.

Cito este ejemplo, de una mujer que dedicó horas de pensamiento para ver como resolvía un problema, pues contrario de El Sol está el mercado “los rusos”, donde dejaron a un solo bodeguero y ahí mismo se formó. Colas y colas de horas, hasta que retornaron a la empleada que habían trasladado para otro lugar.

Ahora los bodegueros son “integrales” y si coincide que a la carnicería llega algo y otro producto atrasado como puede ser el completamiento del arroz o el azúcar, cigarros o café, el ayudante del carnicero debe trabajar en el almacén y la espera es interminable. Entonces recuerdo a la gerente de la tienda “El Sol “.
¿Por qué antes de tomar una decisión no se estudia cada caso, para evitar disgustos? Generalmente, para no ser absoluta, a los lugares de expendio de productos casi siempre acuden apersonas adultas, Unos porque la bodega es de los ancianos, otros porque viven solos.

Por estos días se sumó otro gran problema, la distribución del gas licuado. No voy hacer anécdotas de las respuestas que recibí de los lugares donde busqué el motivo de la ausencia del gas. Solo contaré que cuando pregunté en una de las casitas de expendio, la respuesta fue, “cerramos hasta nuevo aviso, dé vueltas por acá”, solo imaginé la cara que puse. Si de todas formas había que resolver el problema del gas, ¿por qué se esperó hasta última hora?

Siempre que observo o sufro en carne propia uno de estos inconvenientes recuerdo un cuento que leí. Iban a realizar una inspección en una empresa que era un desastre, cuyo jefe sabía lo que tenía y el día de la visita apareció un cartel en la puerta que decía “cerrada por reparaciones” y el desastre que había nadie lo vio.

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