
No me entero, por las vías de la comunicación ciberespacial, si hay fiesta en el trabajo, de las ferias, de alguna reunión, de absolutamente nada que no sea a través de las formas tradicionales que parecían de avanzada, hace una década, con el timbre de un teléfono. Si pregunto en un contacto directo, real: “¿Cuándo sucedió?” o digo: “No sé qué pasó…”, por respuesta mis interlocutores esgrimen miradas atónitas
y –como siento pena averiguar el porqué del gesto- guardo silencio.
Pero como nada es absoluto, un día una jovencita me preguntó: ¿Usted no tiene WhatsApp?, al responder negativamente (con la cabeza) y la voz, todos los presentes soltaron a coro, movidos por un resorte de incredulidad: “¡¿Cómo que tú no tienes WhatsApp?!”. Y entonces caí en la cuenta de mi atraso tecnológico.
Decidí no dar explicaciones, y aquí estoy sin un móvil de media gama, que me ponga en contacto con el mundo moderno y de paso la voracidad de la obsolescencia programada que hace caducar incluso las apk que permiten una comunicación en las diferentes redes sociales; pues pensaba que, con una conexión, desde el nautahogar, a la internet todo estaba resuelto. Lamentablemente para mi trabajo no es así.
Ahora un móvil cuesta muy caro. Para mi vecina el WhatsApp y Facebook son dos órganos vitales del cuerpo. Comenta con tranquilidad lo último que vio en Facebook, por ejemplo “el pelado que se usa es este que me hicieron” y modela con un giro de su cabeza, casi de 360 grados… Y así, pienso que podría llenar cuartillas de anécdotas.
No niego el desarrollo y la comodidad que supone tener WhatsApp. Tampoco que usted, mediante esas formas de comunicación, puede recibir recados importantes y ahorrar tiempo de trabajo –en mi caso como periodista y editora–; pero a la vez, pienso en las incómodas consecuencias que genera mantenerse continuamente conectados al mundo virtual, por ejemplo, en quienes conducen o utilizan la vía pública, las interrupciones en las consultas médicas. Más aún, segura estoy que existen otras actividades laborales que, en algún momento, han sido interrumpidas por un mensaje de WhatsApp.
También he comprobado que es una forma de no sentirse muy solos, para quienes sostienen un puente en la distancia, pues cuando visito a mi amigo Lázaro y su pareja lo llama desde Miami, aquel me deja como la convidada de piedra y me entero qué comió, si está en el baño, si salió temprano del trabajo…
Quienes hayan leído hasta aquí pueden tomar en consideración la importancia de la telefonía celular; pero un teléfono –por muy necesitados que estemos– no debe convertirnos en adictos a la tecnología. Usted llega a una parada de ómnibus o a cualquier otro lugar y necesita preguntar, intercambiar; no obstante, la mayoría, por no afirmar que todos están, físicamente, pero en realidad están en otro lugar, nadie escucha,
nadie responde y es cuando suelo preguntarme el mundo podrá vivir sin un móvil, ¿sin Facebook o sin WhatsApp?
Otras informaciones:
Bueno de hecho usted es una de las que vive sin WhatsApp.....jjjj Que cómo usted bien dice, significa un atraso tecnológico.
Tiene toda la razón, si vas al médico casi ni te atienden porque es mirando el móvil, sí preguntas el último en la sala de espera nadie te responde, etc
Sin what'sapp si, buscariamos otra aplicacion, ya paso con Googletalk, imo, y otras, el ser humano puede prescindir de cosas a las q tenia acceso, y continuar, lo q si no seriamos mas felices si volvieramos atras sin conexion, datos, etc, pues aunque algunos sean detractores de la era digital, lo cierto es q la tecnologia ayuda a mantener afectos q de otra forma se enfriarian, ademas de facilitar cada vez mas la vida, sin ella no podríamos leer su artículo por ejemplo, ya no recuerdo la última vez q pude comprar algun periódico, pagamos cuentas sin las terribles colas, hacemos y averigamos gestiones, buscamos informacion y un largo etc