Los residentes del servicio maxilofacial del Hospital Universitario General Calixto García se preocupan por la calidad de las cirugías. Foto: Alejandro Basulto

Lo había decidido y llegaría hasta el final. Se imponía esa terquedad que a veces llevamos dentro. Hora temprana para salir a trabajar, el P11 no aparecía por ninguna parte del horizonte y para colmo la blusa, no sé cómo se rompió. Regresé a casa, la cambié y volví a la parada.

Estaban las personas que había dejado. No perdí el turno en la cola. Al fin llegué a la mitad del recorrido, gracias a los inspectores del transporte de La Habana del Este, pero sobre todo a un chofer que, en el semáforo de Infanta y Carlos Tercero, me recogió.

Recapacité, en la vida hay que ser testarudo, no dejarse vencer fácilmente, puedes chocar con lo di
fícil varias veces y pensar, además, que otros también resolvieron trabajar y que tal vez beneficiarios
o dueños de un transporte, ante la cruel realidad de las guaguas, decidan ayudar a ese, a quien algunos
le dicen, ¿con lo difícil del transporte, tú vas a trabajar? Las riquezas no caen del cielo hay que for
jarlas, sean personales o colectivas.

Hay individuos que van en un carro y te miran de soslayo, como si fueran los dueños del mundo, sin calcular que en cualquier momento pueden necesitar del otro, que tal vez no tenga un auto pero tiene lo que en ese momento te apremia.
Recuerdo en una parada a un joven al volante de un carro viejo, le pedí que me acercara al periódico y dijo que no. Atrás venía un carro flamante, con aire acondicionado, el chofer bajó el cristal de la ventanilla, me invitó a montar y comprobé que el joven iba en el mismo rumbo.

Sin comentarios, ¿verdad? Es posible que mi sentido de la responsabilidad responda a mi edad, como dicen algunos: “Eso que usted hace era de antes”. Sonrío por respuesta. Si prometí a mi jefe que escribiría un comentario, en medio del cierre editorial, no tengo cara para mentir y echarle la culpa al transporte.

Pero sé que no estoy sola, hace pocos días me equivoqué en la fecha de un turno para un análisis clínico. Llegué al hospital, decidí dirigirme al laboratorio, dije la verdad, llamaron al técnico de guardia y salí feliz.

Se impuso lo que muchos seres humanos llevan dentro: ser fraternos. Dondemenos imaginamos salta la solidaridad.

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