Foto: Chelsea Del Sol

Cuando dije en mi casa que Tribuna de La Habana no pagaría mis colaboraciones porque no tenía presupuesto, un coro respondió: ¡¿Aceptaste escribir gratis?! Es cierto, respondí, el dinero permite comprar zapatos, ropas y salir a comer a mi gusto… Pero Tribuna dio la posibilidad de probarme –después de incursionar por años en la radio y la televisión- como periodista de prensa escrita.

No olvidaré la cara de la entonces directora y la del subdirector cuando mi respuesta fue: “No importa, ustedes me darán la oportunidad de mostrar que estoy viva”. Les hablé de aquel diagnóstico letal que dio un giro total a mi vida. Luego el quirófano y un pensamiento incrustado en la bifurcación de un camino en el cual solo tenía una opción: vencer.

Cada semana, cuando me enfrento a mi columna lo hago como si regresara en busca de lo andado para compartir, en anécdotas, la felicidad que me embarga cuando algún lector se identifica y saca de su bolsillo o cartera el recorte que conserva. Es cuando me digo: “Ana, eres tú la deudora de Tribuna”.

En ese camino que aún transito estoy atendida en dos centros hospitalarios donde con solo llamar la respuesta no se hace esperar. Es cierto que la medicina resulta fundamental. Reconozco que el oncólogo y la endocrina me dan seguridad; pero Tribuna ofrece la oportunidad de insertarme en un escenario real, polémico en cuanto al abordaje de situaciones actuales que nos afectan como ciudadanos y que sea una mujer completamente feliz.

Llevo más cuatro años como colaboradora, de vez en cuando pagan algo y fue en este aniversario, el 42, en el que -por primera vez- me invitan a celebrar un cumpleaños. Fuimos a un lugar agradable, atendidos con esmero y precios asequibles como los de antaño. Algunos trabajadores llevaron a sus hijos quienes disfrutaron de la piscina.

El ambiente aderezado por la buena música y la energía desprendían las sonrisas. En fin, horas agradables. El director hizo un pequeño discurso y fue ahí donde sentí deseos de tomar el micrófono para agradecer a ese colectivo que, en honor a la verdad, casi no conocía personalmente (trabajan desde sus casas online).

Necesitaba darles mil gracias por formar parte de esa familia, pero me sorprendieron. Comprobé que me siguen en la columna de la página tres. Hablaron como solo lo hacen quienes conviven contigo en un hogar. Gracias, tribuneros.

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