¿Cuántos prejuicios tienen los seres humanos? Son tan viejos como la vida. Tal vez tarden milenios para desaparecer. Escuché en una parada de ómnibus esta conversación: dos heterosexuales comentaban de una persona, sobre la cual dijeron nombres y apellidos, que había creado una mipyme y solo contrataba a homosexuales porque ella lo era. De ahí surgieron opiniones no publicables.

En silencio pensé: existen familias completas involucradas en sus negocios. Hay amigos que crean sus emprendimientos y nadie cuestiona por qué no participan desconocidos como simples trabajadores. Sencillamente, usted, dueño de su dinero, decide a quién se asocia porque de seguro realizó un estudio y no quiere ir a la bancarrota. Pero, en este caso, la dueña había decidido por miembros de la comunidad LGTBI, que aquellos (los de la parada) machos, muy machos, no concebían que debían estar.

No lo hice; sin embargo, estuve a punto de interrumpir la conversación y preguntarles: ¿Qué saben hacer ustedes? ¿Hablaron con la propietaria de la mipyme para ver si ustedes tenían posibilidades?

Existen hoteles concebidos para las parejas no heterosexuales, incluso, aquí en La Habana, funciona un hostal para ellos. Se trata de seres humanos, de esta galaxia, con la piel igual a la de los demás, sienten un pellizco y el mismo dolor cuando son incomprendidos.

Es muy fácil hablar del otro, desprestigiarlo solo porque su orientación sexual no es igual a la suya. Y me quedó en el aire otra pregunta: ¿Leyeron ustedes el Código de las Familias? Queda mucho aún por aprender. Es un trabajo que la sociedad en su conjunto debe seguir batallando, aclarando, porque no es un documento para engavetar. Pienso, y tal vez diferente. La comunidad gay estuvo tanto, pero tantos años vilipendiada por familiares, vecinos, los que aún los miran de soslayo, los que comentan: ¿Viste al hijo de fulano…? ¡Al fin salió del closet! No los juzgo porque se protejan los unos a los otros. Somos responsables de cambiar la actitud hacia ellos.

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