Foto: Tomada de Redes Sociales

¿Me mal acostumbraron? Lo cierto es que mis padres siempre me hacían regalos los días de mi cumpleaños, el día de la Santa Ana, cuando pasaba de grado con altas notas, y uno que no podía faltar: el primero de enero debía estrenar algo de color amarillo para la buena suerte durante los próximos 12 meses.
Tuve suerte. Mi esposo era un regalón, sabía mi debilidad por los regalos, incluso, hacia maldades que a veces provocaban la risa, como la vez que –sabedor de que no comía guayaba en conserva– me compró una pequeña sombrilla y dijo: “Es guayaba”. Y la guardé en el refrigerador.

Pasaron los días y confesó que, como no era el momento de dármela, dejó que guardara el paquetico envuelto. La sombrilla estaba fría.

Pero la historia de este regalo es otra. Y digo regalo porque las buenas actitudes resultan también un regalo para la vida.

Como una esperanza lejana le confié la libreta de abastecimientos a una vecina para que tratara de comprarme el pollo que distribuyen en las llamadas shopings. Mi estado actual de salud no me permite hacer esas largas colas, desde el mes de julio no compraba nada.

Era una esperanza, solo eso. Lo cierto es que mi vecina llegó y dijo: “Aquí tienes. Hablé con Irina –la representante del gobierno de La Habana del Este, que en la tienda El Sol, atiende todos los problemas de la población y autorizó esa compra. Solo atiné a decirle: ¿Le diste las gracias en mi nombre? Confieso que no lo esperaba, porque en mi situación debe haber otras, tal vez peores. Pero esta mujer, Irina, dio en silencio una lección de humanidad, se puso en el difícil lugar del otro.

Somos personas solidarias. De eso damos ejemplos múltiples. Soy también de la opinión que debemos unirnos más.

Ayudarnos sin mediar muchas cosas, como por ejemplo, el “amor” desmedido por el dinero que, últimamente, entre ciertas personas, va creciendo; pero eso no es todo en la vida. Hoy, a mi puerta, llegó la solidaridad. Pienso en la sonrisa y el orgullo de los niños de Irina cuando lean esta columna. Y desde aquí les haré un guiño cómplice como a los vecinitos del barrio.

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