
Tal vez nadie sepa el nombre del otro; a pesar de coincidir todos los días. Algunos se saludan con las manos en alto o un gesto de la cara. Es la parada 11no. Festival de Alamar. Desde temprano hay cola. Hace un tiempo que la espera es más larga. El cansancio obliga a tomar un respiro en un banco. Un hombre dice: “No coja lucha, haga como yo, que todo me resbala…, si llego temprano, llego”.
Solo respondo: “Imagine si los que bombean el agua, los médicos, los que generan electricidad no van a trabajar, ¿cómo estaríamos?”. Me molesta esa forma de pensar.
En la misma cola, un muchachón no entiende la demora, quiere una solución rápida, habla solo. Que si deben poner un trompo hasta el Parque de la Fraternidad, que los ómnibus de trabajadores no paran. Y de pronto dice “me voy para la casa”, pero no lo hace. Él decidió trabajar y eso me anima.
No se da por vencido. Llega la guagua de bandec y con ella el alivio. Al otro día el muchachón está desde bien temprano, como siempre, y al verlo le sonrío y dice: “Anoche llegué a casa a las siete”. Lo hace como si fuera un familiar.
Respondo: “Hoy estás de vuelta, para trabajar”. No tiene la menor idea de que él es una inspiración para quienes esperamos cada día el transporte hacia nuestros colectivos laborales.
Una compañera saluda y me confiesa: “Llevo varios días para hacerle una pregunta”. Y alego que hay cuestiones sin respuestas. Las dos sonreímos.
“Necesito saber a dónde puedo ir para exponer algunas preocupaciones que tengo, pero no quiero hacer una carta”.
No tengo idea –digo– pues dos veces acudí a Atención a la población del Gobierno en La Habana del Este y nunca tuve respuesta. Expone que “por la farmacia de la zona 25 hay una fosa aliviando hace mucho tiempo, frente al correo hay otra”.
Agrego aquella del edificio 979 (de la zona 24) que hace dos años inunda patios y baños de los vecinos. Y sigue la compañera con una batería de argumentos casi irrebatibles: “estamos en verano y el parque infantil no funciona, el cine hace años, el Coppelia (de Alamar) al parecer no vende todos los días. ¿Sabe de qué le hablo?”.
Y como si fueran pocas sus preocupaciones concluye: ¿Usted conoce al Intendente? Sonreí al recordarle: “Cuando usted me abordó le dije que hay preguntas que no tienen respuestas”.
Ver además:
Saludos Ana Maura ,y asi pasa en toda cuba ,muchas preguntas sin respuestas,problemas que llevan años arrastrándose y nunca se solucionan,quejas y cartas que nadie lee ni da solución ,en fin .........