Foto: Jorge Luis Baños

Atravesó la puerta de la tienda como si lo hiciera en su casa. Un murmullo corrió por toda la cola que esperaba afuera. Unos decían que si está enferma…, que se lo buscó, que por eso tiene prioridad donde quiera que llega. Sin embargo, para mí se trataba de una joven delgada, muy bonita, la protagonista de aquel “revuelo”. Entonces cuando los comentarios subieron de tono y comprendí las insinuaciones,
dije: “Por favor, no juzguen”.Aquella joven era una mujer trans.

Recordé el impacto que me produjo la biografía de Chavela Vargas, donde la cantante mexicana aseguraba: “No hay dolor igual en un ser humano que el que da la exclusión, el rechazo, el desamparo”. No hubo quien le concediera a Chavela la esperanza que otorga saberse querido, no saber qué sucede, qué había en ella capaz de provocar el rechazo. Sobre la exclusión velada, directa o no, de estas personas, todos poseemos una anécdota. Al respecto una amiga −cuya hermana es lesbiana− dijo: “Sufren mucho ellos y la familia”.

Ser diferente por elección propia o porque la naturaleza cambió el código genético no da derecho a  arrinconarlos. Los primeros en comprender deben ser los más cercanos. Para mí son personas valientes, no es fácil ir en contra de los códigos sociales (sea cual fuere su origen) impuestos desde hace muchísimos años.

Decidir vivir a plenitud su propia vida, a riesgo de las incomprensiones ajenas, requiere en muchos casos de gran valor. Por suerte, en nuestro país existe un trabajo dirigido al desarrollo de la salud sexual y al reconocimiento y garantía de los derechos sexuales para todas las personas sin distinción.

Cuando escucho La Llorona interpretada por Chavela Vargas comprendo por qué es la mejor versión cantada. En su voz desgrana todos los matices del sentimiento que desborda, desde lo más íntimo; al evocar su infancia de niña rechazada por la familia y la comunidad y su decisión de enfrentar la diferencia. Y aunque la vida me cueste, llorona / No dejaré de quererte / Y aunque la vida me cueste, llorona / No dejaré de quererte…

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Esperanza