Esperanza

Según la mitología griega, Pandora fue la primera mujer creada por orden de Zeus para introducir males en la vida de los hombres. El Dios todopoderoso, molesto porque Prometeo en contra de su voluntad le otorgó a los mortales el don del fuego, diseñó uno de esos planes macabros que nunca entenderemos para cumplir su objetivo.

Ella llevaba consigo una caja donde se guardaban todas las calamidades que puede sufrir el género humano; un día la abrió por curiosidad, y su contenido fatal se diseminó por los aires.

Asustada la cerró de súbito, y dentro quedó atrapada la esperanza, esa virtud que se conserva hasta nuestros días, y que nos permite mantener vivas nuestras metas y proyectos en medio de situaciones difíciles.

Gracias a ella, todo eso que aspiramos o soñamos nos parece posible, podemos superar el estrés diario, afrontar pérdidas, reducir la ansiedad, enfrentar enfermedades, y mantenernos firmes ondeando la bandera de la felicidad personal en este presente donde las crisis económicas se han convertido en látigos implacables que nos azotan a diario.

La esperanza nos permite crear un espacio íntimo de paz y armonía, nos motiva, nos abraza, y nos mantiene el cuerpo tibio ante estas ventiscas de carencias que nos atacan por estos tiempos.

Algunos creen que es negativa porque prolonga el tormento del hombre, que es una proclama que denota nuestra incapacidad y nuestro fracaso, pero la realidad es que cuando comemos el pan nuestro de cada día sin untarle esa pasta creada a base de sueños e ideales, nos iremos muriendo de hambre poco a poco, cual efecto de un veneno lento y mortal.

La esperanza de vivir en una sociedad mejor, donde el trabajo digno sea la fuente principal de nuestras riquezas, nos mantiene en pie en medio de las tormentas, pero no inmóviles. Como dijo ese gran luchador por los derechos civiles de nombre Martin Luther King: “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol".

Ver además:

Profesora y, a la vez, estudiante de la Historia