Foto: Tomada de Juventud Rebelde

Periodista ella, y su hijo un hombre; sin embargo, aún recordamos el día que sorprendió a su pequeño frente a la hornilla –todo un chef– haciendo una tortilla. Fue entonces que descubrió que yo, su amiga y persona de
confianza, había enseñado a su pequeñín a elaborar “una meriendita” para no tener que esperar cuando ella llegara. Por supuesto, mientras escribo, repaso los improperios que me dijo.

Él fue un niño deseado; pero el matrimonio dejó de funcionar. El padre olvidó deberes y obligaciones con el pequeño. Ahí comenzó una historia que ella pudo cambiar, pero no lo hizo. Pasábamos frente al bufete de 23 y J en el Vedado. Le pedí entrar y consultar un abogado. Mi amiga rechazó la propuesta con una frase que recuerdo: “No, su papá es una persona con un trabajo importante y puede tener problemas”. Por supuesto, un tanto cansada de aquella salida, espetaba: “Si me repites que no atiende al niño, soy yo quien va a resolver esa dificultad con la justicia”.

Por suerte el nuevo Código de las Familias reconoce que una persona está legalmente obligada a mantener económicamente a sus hijos biológicos y que los padres deben pagar un monto razonable o necesario para la manutención de sus hijos menores; sin tener en cuenta la mala conducta matrimonial. Exige, además, el más eficaz cumplimiento por los padres de sus obligaciones con respecto a la protección, formación moral y educación de los hijos para que se desarrollen plenamente en todos los aspectos y como dignos ciudadanos de la sociedad. 

Un niño o niña necesita de una economía, pero el cariño, comprensión y el amor, no se envían en un cheque.

Ver además:

Ser padre