Foto: Tomada de Cubadebate

Si alguien convocara a las mujeres a escribir un relato de lo realizado por ellas en tiempos de COVID-19, serían múltiples las anécdotas. Yo empezaría por felicitar a esas que atravesaron la ciudad en bicicleta para que un programa saliera al aire; las que se valieron de sus teléfonos, sus PC, para que el mundo exterior supiera que seguíamos vivos; las que editaban un periódico; las que sin ser maestras asumieron frente al televisor los repasos para que sus hijos no retrocedieran en la enseñanza. Todas de una forma u otra hicieron posible durante los días difíciles que en la sala de la casa hubiera sosiego.

Quiero felicitar a la que en plena madrugada en una ambulancia con su mano en mi hombro decía: “No temas, llegaremos a tiempo”. Las que salieron a cuidar colas, a cocer el pan, llamaron a otras puertas para saber cómo seguían quienes vivían solos; a las que vestidas de verde olivo cuidaban las noches. ¿Y qué decir de las que atendieron a los nietos?

Serían múltiples las anécdotas, como cuando hubo que ir a una misión internacionalista, a socorrer ante un ciclón, a recoger una cosecha o a poner su brazo para una donación de sangre.

Quiero felicitar a todas esas mujeres cuyos rostros pueden estar a su lado y nada delata que, protagonistas de sus días, han hecho todo por salvar al prójimo, que puede ser usted mismo.

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