Foto: Tomada de ACN

“La comida no se hace, ni se sazona con dinero, por eso no me queda más remedio que pagar a precio de oro las cosas”, se lamenta una vecina mientras eroga casi 600 pesos por una compra de algunos productos del agro, que en otros tiempos hubiese costado muchísimo menos.

La mayoría de las veces yo también me veo obligada a asumir el “lo tomas o lo dejas”, como me conminó aquel vendedor en tono talante e irrespetuoso cuando cuestioné su decisión de mantener precios altos con productos casi listos para desechar.

El hombre de marras, como tantos otros, sigue apegado a una lamentable triada que por años prevalece: nos timan por lo que cuesta, también por la falta de peso y por la calidad.

Coles huecas, lechugas marchitas, tomates blandos que solo servirían para puré, plátanos negruzcos que de verde pasan a podridos, mazos de zanahoria y remolachas ya afectadas, cuyas hojas, tan mustias, parecieran transmitir la vergüenza que le falta a quien las comercializa en tal estado, me llevan a pensar en el título de estas líneas.

Recuerdo cómo la presencia de Acopio dos veces al mes casi a fines de 2021 en el barrio generó criterios positivos.

No traían muchas variedades de los más demandados vegetales, pero sí viandas de calidad y a precios asequibles. El buen trato de los dependientes era otro sello.

Así fue abriéndose una sana competencia con los particulares cercanos. Pero aquel cierto beneficio ha ido quedando atrás y crecen las quejas por la calidad y el mal pesaje, sin faltar las dudas de que si hay precios topados ¿por qué no se hacen valer?

En esta ciudad se imponen cada día x cantidad de multas, pero no es suficiente. No creo siquiera que resulte un paliativo. Al menos, es la conclusión que se deriva al saber de unidades, puntos de venta, carretilleros y tantísimos más a quienes se les aplican los decretos establecidos y las imposiciones correspondientes, y justo en la misma jornada o durante las primeras horas de la mañana vuelven a su carga.

Se precisan vías más expeditas y conocidas para que las personas manifiesten sus quejas. Ante lo caro y el descaro que ahora duele doblemente por la galopante inflación que sufrimos, toca también que los gobiernos locales hagan sentir el enfrentamiento que todos esperamos, de forma más ejemplarizante y definitiva, porque hay actuaciones que irritan y ofenden al consumidor.

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