"Los protagonistas del proceso son los que construyen la sagrada unidad, los que desarrollan la capacidad de resistencia de la nación; los guardianes de la dignidad: nuestro pueblo."

Miguel Díaz-Canel Bermúdez

Fotografía de Brian Canelles, ganadora del Gran premio en el Concurso Internacional de Fotografía de Danza Alicia Alonso. Foto: Tomada de Cubarte

Niño en patineta; grupo de jóvenes, cada uno con el pelo teñido de colores diferentes; amantes besándose; auxiliar de limpieza de hospital, en salida de horario de trabajo; rastafari en sombra de árbol; señora
desvalida de vivienda; muchas, muchas sábanas blancas en los balcones. Escenario sorprendente por el
que daría la vida nuestra Asamblea Nacional, reunida este 27 de octubre. Lo vi en un día de paseo vivo y no en canción infantil.

Mientras en los salones del Capitolio habanero se discutían serias realidades nacionales, las calles les daban veracidad a las palabras de las intervenciones que más tarde pude escuchar y ver por televisión: acierto comunicacional. O sea, nada que esconder: estrategias pensadas y un montón de cosas por resolver.

Estas líneas están animadas por una preocupación: luego de tan denodado trabajo de parte de quienes
nos representan –a todos nosotros– cómo vamos a inocular esos saberes en las prácticas cotidianas, al igual que si fuera una vacuna.

Queda mucho por hacer allá afuera: nasobucos mal puestos, aglomeraciones en tiendas, dispensarios de cervezas sin el correcto distanciamiento de las mesas, paradas de guaguas sin la debida cola, y así un doloroso etcétera de indolencias o de mirar para otro lado cuando algo está mal hecho. Y cuidado, todavía no ha entrado el turismo. Debemos precaver.

No sé cuál debe ser el método para perpetuar la persuasión acerca del riesgo cierto frente a un virus, que sí, que le vamos ganando la pelea, precisamente porque hemos sabido dirigir nuestros recursos primero hacia la salud y las ciencias del pueblo. Empero no hay que confiarse. Como el bloqueo yanqui, la COVID-19 acecha.

El empeño de la Asamblea Nacional es admirable. Por televisión observé diputados pulcros y diputadas
arregladas y bonitas, aunque en todos percibí ojos cansados por horas y horas de pensar y actuar por hacer triunfante y vivible cada nuevo día. Echemos entonces a andar todos los resortes y llevar al lenguaje del barrio los informes y las circunstancias en las que nos movemos, de modo que movilicemos todos los elementos de la conciencia para que cada paseo por La Habana siga siendo un gustazo; un respirar cubanía junto a las sempiternas sábanas blancas en los balcones y, de fondo, nuestra Asamblea Nacional.

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