No hay nada de peyorativo en colocar en su justo lugar la cualidad comunitaria de una institución. Y eso es el Acapulco; un cine de barrio gracias al cual el Nuevo Vedado puede contarse entre las localidades capitalinas con amplia cultura cinematográfica.

Allí aprendí a valorar los ya históricos Noticieros ICAIC, el increíble animado húngaro “Juan Mazorca”, la lacrimógena cinta española “La vida sigue igual”, o la imaginativa cinta del argentino Subiela “El lado oscuro del corazón”… De enumerar todo lo bueno, regular y malo, visto por mí en esa Sala, probablemente necesitaría muchas cuartillas. Tal universo de imágenes me fue regalado previo a los años 90 del siglo pasado, etapa de crisis económica que tanto daño hiciera también a los cines del país.

De ahí la importancia de resaltar el nuevo papel asumido por las entidades barriales una vez mejoraron las condiciones de vida en general. El Acapulco pertenece al Centro Provincial de Cine y tiene el marcado propósito de hacer más agradable el tiempo libre de cada uno de nosotros. Ha ampliado sus propuestas recreativas en una sabia estrategia de diversificación teniendo en cuenta que son cada vez más las familias que optan por la comodidad hogareña, cargando las películas en una memoria flash.

El Programa cultural atrae a nuevos y variados públicos. Los fines de semana ya no son solamente las típicas jornadas de cine: se pueden escuchar la palabra verbosa de algún poeta o la pegajosa música de una popular sonera. ¡Cuánto entusiasmo durante la Peña “Reencuentros” de Roberto Luis, y cuanta diversión nos trae “La Colmenita” de Plaza de la Revolución! Una galería para las Artes Visuales acompaña las proposiciones “acapulcas” y los disímiles eventos de asociaciones grupales cuentan con el respaldo profesional de la dirección y de los trabajadores, orgullosos vecinos de barrio que es decir de la patria chica de Cuba.