
Un texto recién leído me devuelve afectos y añoranzas que decido compartir, pues seguramente son los de muchos. Trata sobre la relación emocional que, casi de por vida, nos ancla a la casa de nuestros padres. Puede que habitemos en otro sitio o morada; sin embargo, hay allí un puerto seguro e íntimo hacia donde podremos enrumbar los pasos, lo mismo ante intempestivas mareas que en tiempos de calma.
Ya era mujer casada, con descendencia y en los inmuebles donde residí solía experimentar nostalgia por aquel espacio, verdaderamente mío más allá de lo físico. Pero si hay algo que recuerdo y no deja de sorprenderme, era la costumbre que instauró mi madre tras mi partida. Solía ella dejar cada día sobre la mesa un plato de comida servido y tapado, por si yo aparecía justo a la hora del almuerzo, sin previo aviso.
Qué dicha aquella llegar con apetito y la certeza de que hallaría mi alimento. No importaba si frugal o abundante; mejor o peor elaborado; sencillo o perfeccionado. Lo que allí estaba iba más allá del gesto: era la disposición maternal que nos hace únicas.
Cuando anuncio que “voy un momento a casa”, los míos saben de qué hablo. Y nadie mejor para transmitirnos ese sentimiento de existencia protegida que el poeta, pintor, novelista y ensayista libanés Khalil Gibrán, cuyo texto Casa de los padres es un verdadero regalo para hacernos revivir visiones y apegos.
“Es la única casa a la que puedes ir decenas
de veces sin invitación. / La única casa donde
puedes poner la llave en la puerta y entrar directamente.
/ La casa que tiene ojos amorosos que
miran fijamente la puerta hasta que te ven. / La
casa que te recuerda tus días sin preocupaciones,
la estabilidad y tu felicidad durante tu infancia.
/ La casa en la que tu presencia y la mirada en
los rostros de tu madre y tu padre es para ti una
bendición y tu conversación con ellos es una recompensa.
/ La casa que si no vas, el corazón de
sus dueños se encogerá. / La casa en la que se encendieron
dos velas para iluminar el mundo y
llenar tu vida de felicidad y alegría. / La casa comedor
es pura para ti y no tiene hipocresía. / La
casa que si llega la hora de la comida y no comes,
el corazón de sus dueños se romperá y enfadará.
/ La casa que te ofrece todas las risas y felicidad.
/ Den el valor de estas casas antes de que sea demasiado
tarde. / Afortunados son aquellos que
tienen la casa de sus padres para ir”.
Otras informaciones:
Muy bonito,Lissette,me gustó..Ay ,mi rancho, ese pedacito mío que me acompaña día y noche .Por él entiendo esas palabras de elogio y cariño a nuestras casas.Gracias,por enviármelo!!!! Un fuerte abrazo
Lissette hermoso trabajo.